sábado, 16 de septiembre de 2017

Alfonsina Storni

 Nació el 29 de mayo de 1892 en Suiza. A los cuatro años se trasladó con sus padres a Argentina. Huérfana de padre a los catorce años. Trabajó en una fábrica para ayudar en casa.
Siendo una adolescente ingresó en una compañía de teatro y recorrió diversas provincias actuando en algunas obras. Trabajó como maestra de escuela y también dio clases de arte dramático. Al poco tiempo del nacimiento de su hijo Alejandro, trabaja en el comercio, hasta que el Consejo Nacional de Educación le otorgó un nombramiento. Desde entonces se dividió entre la enseñanza y las cátedras de declamación en el Teatro Infantil Municipal Labardén y en el Conservatorio Nacional, donde se desempeñó hasta sus últimos días.
Fue colaboradora en "Caras Y Caretas" de Buenos Aires y fue premiado uno de sus cuentos. Es famosa por sus libros de poemas. Inicia su carrera literaria en 1916 cuando se edita La inquietud del rosal, donde reúne sentimientos con un nuevo romanticismo. Publicó El dulce daño (1918), Irremediablemente (1919) y Languidez (1920). Viaja por Europa, en 1930 y 1934, lo que produjo un cambio de estilo poético, como aparece en sus libros más logrados: Mundo de siete pozos (1934) y Mascarilla y trébol (1938).
En 1935 se le diagnostica un tumor del que fue operada, aunque el cáncer continuó y pasó por períodos depresivos tras el suicidio de amigos como Horacio Quiroga, Leopoldo Lugones o Egle Quiroga. En octubre de 1938 viaja a Mar del Plata. Le envió dos cartas a su hijo y un Poema de despedida al diario "La Nación". Acabó con su vida suicidándose en la playa de la Perla en el mar de Plata el 25 de octubre de 1938.

De: 
https://www.buscabiografias.com/biografia/verDetalle/1732/Alfonsina%20Storni

VIDA

Mis nervios están locos, en las venas
la sangre hierve, liquido de fuego
salta a mis labios donde finge luego
la alegria de todas las verbenas.


Tengo deseos de reir; las penas
que de donar a voluntad no alego,
hoy conmigo no juegan y yo juego
con la tristeza azul de que estén llenas.


El mundo late; toda su armonía
la siento tan vibrante que hago mia
cuando escancio en su trova de hechicera.


Es que abrí la ventana hace un momento
y en las alas finísimas del viento
me ha traído su sol la primavera.




LO INACABABLE


No tienes tu la culpa si en tus manos
mi amor se deshojó como una rosa:
vendrá la primavera y habra flores...
El tronco seco dara nuevas hojas.


Las lagrimas vertidas se harán perlas
de un collar nuevo; romperá la sombra
un sol precioso que dará a las venas
la savia fresca, loca y bullidora.


Tu seguirás tu ruta; yo la mia
y ambos, libertos, como mariposas
perderemos el polen de las alas
y hallaremos más polen en la flora.


Las palabras se secan como ríos
y los besos se secan como rosas,
pero por cada muerte siete vidas
buscan los labios demandando aurora.

...........................................................
Mas... ¿lo que fue? ¡jamás se recupera!
iY toda primavera que se esboza
es un cadáver más que adquiere vida
y es un capullo más que se deshoja!



ASÍ

Hice el libro así:
Gimiendo, llorando, soñando, ay de mi.


Mariposa triste, leona cruel,
Di luces y sombra todo en una vez.
Cuando fui leona nunca recordé
Cómo pude un dia mariposa ser.
Cuando mariposa jamás me pensé
Que pudiera un día zarpar o morder.


Encogida a ratos y a saltos después
Sangraron mi vida y a sangre maté.
Sé que, ya paloma, pesado ciprés.
O mata florida, lloré y mas lloré.
Ya probando sales, ya probando miel,
Los ojos lloraron a más no poder.
Da entonces lo mismo, que lo he visto bien,
Ser rosa o espina, ser nectar o hiel.


Asi voy a curvas con mi mala sed
Podando jardines de todo jaez.



TU Y YO

Mi casa está llena de mirtos,
La tuya esta llena de rosas;

¿Has visto a mis blancas ventanas
Llegar tus palomas?


Tu casa está llena de lirios,
La mia sonrie amapolas.

¿Has visto rondando en mis patios
Ramas de tus frondas?


De mármoles blancos y negros
Tu casa vetusta se adorna,
Y mármoles blancos y negros
Llevan a mi alcoba.


Si luces enciende tu casa
Mi casa de luz se corona.

¿No sientes llegar de la mia
Sonidos de loza?


De dia, de tarde, de noche
Te sigo por selvas y frondas.

¿No hueles que exhalan mis labios
Profundos aromas?


De dia, de tarde, de noche
Te sigo por selvas profundas.

¿No sientes que atrás de tus pasos
Se quiebran las hojas?


¿No has visto regadas tus plantas,
De frutas cargadas las moras,
Sin matas las sendas, las ramas
Henchidas de pomas?


Cuidando tu casa en silencio
Me encuentra despierta la aurora.
Cuidando en silencio sus plantas,
Podando tus rosas.


Tu casa proyecta en mi casa
De tarde, alargada, su sombra,
Y nunca miraste sus muros
Cargados de rosas.

Igual a tus patios mis patios
Que surcan iguales palomas,
Y nunca has mirado mi casa,
Cortado mis rosas.


Igual a tus lirios mis lirios
Que iguales octubres enfloran...
Y nunca has mirado mi casa,
Cortado mis rosas...



BAJO TUS MIRADAS

Es bajo tus miradas donde nunca zozobro;
Es bajo tus miradas tranquilas donde cobro
Propiedades de agua; donde río, parlera,
Cubriéndome de flores como la enredadera.

Es bajo tus miradas azules donde sobro
Para el duelo; despierto sueños nuevos y obro
Con tales esperanzas, que parece me hubiera
Un deseo exquisito dictado primavera:
Tener el alma fresca, limpia; ser como el lino
Que es blanco y huele a hierbas. Poseer el divino
Secreto de la risa; que la boca bermeja
Persista hasta el silencio postrero, bella, fuerte,
iY libe en la corola suprema de la Muerte
Con su última abeja!




SI LA MUERTE QUISIERA

1
Tú como yo, viajero, en un día cualquiera
Llegamos al camino sin elegir acera.
Nos pusimos un traje como el que llevan todos
Y adquirimos su aspecto, sus costumbres, sus modos.

Hemos andado mucho, sujetados por riendas
Invisibles, los ojos fatigados de vendas.
Tenemos en las manos un poco de cicuta,
Perdimos de la lengua el sabor de la fruta
Y sabemos que un dia seremos olvidados
Por la vida, viajero, totalmente borrados.
Y tú y yo conocimos las selvas olorosas...
Y tú y yo no atinamos jamás a cortar rosas.

2
¿Sabes, viajero? Tarde voy haciendo proyectos.
De tentar nuevos rumbos desandando trayectos.
Tengo sed tan salvaje que me quema la boca
Y ansío beber agua que brote de la roca.
Persigo las corrientes para bañar la piel,
Alimentarme quiero de rosas y de miel,
Dormir sobre los musgos, ignorar la palabra,
Y tener dos amigos: un cisne y una cabra.
Si a mi fresco retiro te allegaras un dia

Tu viejo escepticismo quizá me encontraría
Sentada bajo el árbol de la Sabiduría.

3
Oh, viajero, viajero, conversa con la Muerte
Y dile que no impida mi camino, de suerte
Que me allegue a la roca, que conozca la gruta,
Que retorne a mis labios el sabor de la fruta.
Oh, viajero, viajero, conversa con la Muerte
Y dile que me deje cortar flores, de suerte
Que mis manos se vean bellamente cubiertas
Por capullos de rosas y por rosas abiertas.

Como ella me dejara, lentamente, viajero,
Coronada de mirtos, bajo sol agorero,
Emprendería marchas hacia el nuevo sendero.





LOS FUERTES MOTIVOS
 

TENTACIÓN

Afuera llueve; cae pesadamente el agua
Que las gentes esquivan bajo abierto paraguas.
Al verlos enfilados se acaba mi sosiego,
Me pesan las paredes y me seduce el riego
Sobre la espalda libre. Mi antecesor, el hombre
Que habitaba cavernas desprovisto de nombre,
Se ha venido esta noche a tentarme sin duda.
Porque, casta y desnuda,
Me iría por los campos bajo la lluvia fina,
La cabellera alada como una golondrina.




PRESENTIMIENTO HIELO

Tengo el presentimiento que he de vivir muy poco.
Esta cabeza mía se parece al crisol,
Purifica y consume.
Pero sin una queja, sin asomo de horror,
Para acabarme quiero que una tarde sin nubes,
Bajo el límpido sol,
Nazca de un gran jazmín una víbora blanca
Que dulce, dulcemente, me pique el corazón.





CUADRADOS Y ÁNGULOS

Casas enfiladas, casas enfiladas,
Casas enfiladas.
Cuadrados, cuadrados, cuadrados.
Casas enfiladas.
Las gentes ya tienen el alma cuadrada,
Ideas en fila
Y ángulo en la espalda.
Yo misma he vertido ayer una lágrima,
Dios mío, cuadrada.




ESTE LIBRO

Me vienen estas cosas del fondo de la vida:
Acumulado estaba, yo me vuelvo reflejo...
Agua continuamente cambiada  removida;
Asi como las cosas, es mudable el espejo.

Momentos de la vida aprisioné mi pluma,
Momentos de la vida que se fugaron luego,
Momentos que tuvieron la violencia del fuego
O fueron mas livianos que los copos de espuma.

En todos los momentos donde mi ser estuvo,
En todo esto que cambia, en todo esto que muda,
En toda la sustancia que el espejo retuvo,
Sin ropajes, el alma está limpia y desnuda.

Yo no estoy y estoy siempre en mis versos, viajero,
Pero puedes hallarme si por el libro avanzas
Dejando en los umbrales tus fieles y balanzas:
Requieren mis jardines piedad de jardinero.






 SILENCIO

Un día estaré muerta, blanca como la nieve,
Dulce como los sueños en la tarde que llueve.

Un dia estaré muerta, fría como la piedra,
Quieta como el olvido, triste como la hiedra.

Un día habré logrado el sueño vespertino,
El sueño bien amado donde acaba el camino.

Un día habré dormido con un sueño tan largo
Que ni tus besos puedan avivar el letargo.

Un día estaré sola, como está la montaña
Entre el lago desierto y la mar que la baña.

Será una tarde llena de dulzuras celestes,

Con pajaros que callan, con tréboles agrestes,

La primavera rosa, como un labio de infante,
Entrará por las puertas con su aliento fragante.

La primavera rosa me pondrá en las mejillas
—;La primavera rosa!——- dos rosas amarillas...

La primavera dulce, la que me puso rosas
Encarnadas y blancas en las manos sedosas.

La primavera dulce que me enseñará a amarte,
La primavera misma que me ayudó a lograrte.


¡Oh la tarde postrera que imagino yo muerta
Como ciudad en ruinas, milenaria y desierta!
 

 ¡Oh la tarde como esos silencios de laguna
Amarillos y quietos bajo el rayo de luna!
 

¡Oh la tarde embriagada de armonía perfecta:
Cuan amarga es la vida! Y la muerte ¡qué recta!

La muerte justiciera que nos lleva al olvido
Como el pájaro errante lo acogen en el nido...

Y caerá en mis pupilas una luz bienhechora,
La luz azul celeste de la ultima hora.

Una luz tamizada que bajando del cielo
Me pondrá en las pupilas la dulzura de un velo.

Una luz tamizada que ha de cubrirme toda
Con su velo impalpable como un velo de boda.

Una luz que en el alma musitara despacio:
La vida es una cueva, la muerte es el espacio.

Y que ha de deshacerme en calma lenta y suma
Como en la playa de oro se deshace la espuma.

Oh, silencio, silencio... esta tarde es la tarde
En que la sangre mía ya no corre ni arde.

Oh, silencio, silencio... en torno de mi cama
Tu boca bien amada dulcemente me llama.

Oh, silencio, silencio, que tus besos sin ecos
Se pierden en mi alma temblorosos y secos.

Oh, silencio, silencio, que la tarde se alarga
Y pone sus tristezas en tu lágrima amarga.

Oh, silencio, silencio, que se callan las aves.
Se adormecen las flores, se detienen las naves.

Oh, silencio, silencio, que una estrella ha caído
Dulcemente a la tierra, dulcemente y sin ruido.

Oh, silencio silencio, que la noche se allega
Y en mi lecho se esconde, susurra, gime y ruega.

Oh, silencio, silencio... que el Silencio me toca
Y me pega los ojos, y me apaga la boca.

Oh, silencio, silencio... que la calma destilan
Mis manos cuyos dedos lentamente se afilan...




MOMENTOS HUMILDES
MOMENTOS AMOROSOS
MOMENTOS PASIONALES

iAY!

Seré en tus manos una copa fina
Pronta a sonar cuando vibrarla quieras...
Destilarán en ella primaveras,
Reflejará la luz que te ilumina.
Seré en tus manos una copa fina.

Habrás en ella una bebida suave,
Nunca mas dulce, pues piedad la dona;
Licor que no hace mal y el mal perdona,
Dulce licor que de las cosas sabe...
Habrás en ella una bebida suave.

Un día oscuro, entre tus dedos largos
Será oprimido su cristal fulgente
Y caerá en pedazos buenamente
La fina copa que te dio letargos;

¡Un día oscuro, entre tus dedos largos!

Cristal informe sobre el duro suelo
No ha de ser turbio porque esté quebrado:
Reflejara la beatitud del cielo;
Pobre cristal cabe tus pies tirado;
Cristal informe sobre el duro suelo.


Daño tan grande Dios te lo perdone:
Manos benditas las que así l0 quiebren,
Rosas y lirios para nunca enhebren,
Dulzura eterna su impiedad le abone.
Daño tan grande Dios te lo perdone...




MELANCOLÍA

Oh muerte, yo te amo, pero te adoro, vida...
Cuando vaya en mi caja para siempre dormida,
Haz que por vez postrera
Penetre mis pupilas el sol de primavera.

Déjame algún momento bajo el calor del cielo,
Deja que el sol fecundo se estremezca en mi hielo...
Era tan bueno el astro que en la aurora salía
A decirme: buen día.

No me asusta el descanso, hace bien el reposo,
Pero antes que me bese el viajero piadoso
Que todas las mañanas,
Alegre como un niño, llegaba a mis ventanas.





PESO ANCESTRAL

Tú me dijiste: no lloró mi padre;
Tú me dijiste: no lloró mi abuelo;
No han llorado los hombres de mi raza,
Eran de acero.

Así diciendo te brotó una lágrima
Y me cayó en la boca... Más veneno
Yo no he bebido nunca en otro vaso
Así pequeño.

Débil mujer, pobre mujer que entiende,
Dolor de siglos conocí al beberlo;
Oh, el alma mía soportar no puede
Todo su peso.




SUBCONCIENCIA

Has hablado, has hablado y me he dormido,
Pero duermo y no duermo, porque siento
Que estoy bajo el supremo pensamiento:
Vivo, viviré siempre y he vivido.

Has hablado, has hablado y he caído
En un marasmo... cede hasta el aliento.
Tiempo atrás, en las sombras, me he perdido:
Estoy ciega. No tengo sentimiento.

Como el espacio soy, como el vacío,
Es una sombra todo el cuerpo mío
Y puedo como el humo levantarme:

Oigo soplos etéreos... sobrehumanos...
Sujétame a la tierra con tus manos,
Que si el viento se mueve ha de llevarme.





FIERO AMOR

Oh, fiero amor, llegaste como la mariposa.
Cuando comienza Octubre se aproxima a la rosa;
Era silencio todo, era silencio abierto
A sombras misteriosas como el ojo de un muerto.


Yo era la misma sombra, yo era menos, yo era
Una cosa durmiente que ni sueña ni espera,
Cuando el vuelo de aquella mariposa celeste
Me hizo gorjear de pronto como un pájaro agreste.


Oh, cien soles se alzaron por el lado de oriente,
Oh, cien ríos corrieron por la misma pendiente,
Oh, cien lunas de plata brillaron en el cielo
Y cien altas montañas emprendieron el vuelo.

Abrí los brazos: tuve la divina locura
De tocar con mis dedos las cosas de la altura.
Abrí los ojos: tuve la divina tristeza
De beber con los ojos la celeste belleza.

Lloré, lloré sin tregua; grité: corazón mío,
Detente en el camino que lleva al desvarío;

Pero el corazón mío fue una gota de cera...
Dios, ¿qué pudo esa gota contra la primavera?,..

Fiero amor: en tus manos yo he soltado mi vida;
Acógela: paloma que se posa rendida
En las garras sangrientas, ya no bate las alas:
Muere de lo que vive; vive de lo que exhalas.

Bien sé que no hay cien soles que nazcan en oriente,
Bien sé que no hay cien ríos por la misma pendiente,
Bien sé que no hay cien lunas que brillen en el cielo,
Bien sé que no hay montañas que se alarguen al vuelo.

Bien sé que las palomas ciegan sus ojos, dejan
En el nido las plumas, las auroras se alejan,
Caen las hojas, viene el otoño, la muerte,
Y se agrisan los días, y se agrisa la suerte.

Pero soy una esclava del dolor y l0 adoro
Como adora el ávaro el sonido del oro:
Oh, terrible tormenta de relampago y rayo
En tu fuego revivo, en tu fuego desmayo.

Fiero amor: soy pequeña como un copo de nieve,
Fiero amor: soy pequeña como un pájaro breve,
Triste como el gemido de un niño moribundo,
Fiero amor, no hallarás mejor presa en el mundo.

Ninguna moriría mas ligero en tus garras,
Ninguna moriría mas pronto en tus amarras.
Alumbra, sol naciente... Naturaleza, crece:
Sobre la vida oscura la muerte resplandece.





¿Y TU?

Sí, yo me muevo, vivo, me equivoco;
Agua que corre y se entremezcla, siento
El vértigo feroz del movimiento:
Huelo las selvas, tierra nueva toco.
 

Sí, yo me muevo, voy buscando acaso
Soles, auroras, tempestad y olvido.

¿Que haces allí misérrimo y pulido?
Eres la piedra a cuyo lado paso.




FRENTE AL MAR

Oh mar, enorme mar, corazón fiero
De ritmo desigual, corazón malo,
Yo soy más blanda que ese pobre palo
Que se pudre en tus ondas prisionero.

Oh mar, dame tu cólera tremenda,
Yo me pasé la vida perdonando,
Porque entendía, mar, yo me fui dando:
“Piedad, piedad para el que más ofenda”.

Vulgaridad, vulgaridad me acosa.
Ah, me han comprado la ciudad y el hombre,
Hazme tener tu cólera sin nombre:
Ya me fatiga esta misión de rosa.


¿Ves al vulgar? Ese vulgar me apena,
Me falta el aire y donde falta quedo,
Quisiera no entender, pero no puedo:
Es la vulgaridad que me envenena.

Me empobrecí porque entender abruma,
Me empobrecí porque entender sofoca,

¡Bendecida la fuerza de la roca!
Yo tengo el corazón como la espuma.

Mas, yo soñaba ser como tú eres,
Allá en las tardes que la vida mía
Bajo las horas cálidas se abría...
Ah, yo soñaba ser como tú eres.


Mirame aqui, pequeña, miserable,
Todo dolor me vence, todo sueño;
Mar, dame, dame el inefable empeño
De tornarme soberbia, inalcanzable.

Dame tu sal, tu yodo, tu fiereza,

¡Aire de mar!... ¡Oh tempestad, oh enojo!
Desdichada de mi, soy un abrojo,
Y muero, mar, sucumbo en mi pobreza.

Y el alma mía es como el mar, es eso,
Ah, la ciudad la pudre y equivoca
Pequeña vida que dolor provoca,

¡Que pueda libertarme de su peso!

Vuele mi empeño, mi esperanza vuele...
La vida mía debió ser horrible,
Debió ser una arteria incontenible
Y apenas es cicatriz que siempre duele.





BIEN PUDIERA SER...
 

Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido
No fuera más que aquello que nunca pudo ser,
No fuera más que algo vedado y reprimido
De familia en familia, de mujer en mujer.

Dicen que en los solares de mi gente, medido
Estaba todo aquello que se debía hacer...
Dicen que silenciosas las mujeres han sido
De mi casa materna... Ah, bien pudiera ser...

A veces en mi madre apuntaron antojos
De liberarse, pero se le subió a los ojos
Una honda amargura, y en la sombra lloro.

Y todo eso mordiente, vencido, mutilado,
Todo eso que se hallaba en su alma encerrado,
Pienso que sin quererlo l0 he libertado yo.



 

MI HERMANA

Son las diez de la noche; en el cuarto en penumbra
Mi hermana esta dormida, las manos sobre el pecho;
Es muy blanca su cara y es muy blanco su lecho,
Como si comprendiera, la luz casi no alumbra.

En el lecho se hunde a modo de los frutos
Rosados, en el hondo colchón de suave pasto.
Entra el aire a su pecho y levántalo casto
Con su ritmo midiendo los fugaces minutos.

La arropo dulcemente con las blancas cubiertas
Y protejo del aire sus dos manos divinas;
Caminando en puntillas cierro todas las puertas,
Entorno los postigos y corro las cortinas.

Hay mucho ruido afuera, ahoga tanto ruido.
Los hombres se querellan, murmuran las mujeres,
Suben palabras de odio, gritos de mercaderes:
Oh, voces, deteneos. No entréis hasta su nido.

Mi hermana está tejiendo como un hábil gusano
Su capullo de seda: su capullo es un sueño.
Ella con hilo de oro teje el copo sedeño:
Primavera es su vida. Yo ya soy el verano.

Cuenta sólo con quince octubres en los ojos,
Y por eso los ojos son tan limpios y claros;
Cree que las cigüeñas, desde paises raros,
Bajan con rubios niños de piececitos rojos.


¿Quien quiere entrar ahora? Oh ¿eres tú,buen viento?

 ¿Quieres mirarla? Pasa. Pero antes, en mi frente
Entíbiate un instante; no vayas de repente
A enfriar el manso sueño que en la suya presiento.

Como tú, bien quisieran entrar ellos y estarse
Mirando esa blancura, esas pulcras mejillas,
Esas finas ojeras, esas lineas sencillas.
Tú los verías, viento, llorar y arrodillarse.

Ah, si la amáis un día sed buenos, porque huye
De la luz si la hiere. Cuidad vuestra palabra,
Y la intención. Su alma, como cera se labra,
Pero como a la cera el roce la destruye.

Haced como esa estrella que de noche la mira
Filtrando el ojo por un cristalino velo:
Esa estrella le roza las pestañas y gira,
Para no despertarla, silenciosa en el cielo.

Volad si 0s es posible por su nevado huerto:

¡Piedad para su alma! Ella es inmaculada.
¡Piedad para su alma! Yo l0 sé todo, es cierto.
Pero ella es como el cielo: ella no sabe nada.




LANGUIDEZ

Está naciendo Octubre
Con sus mañanas claras.

He dejado mi alcoba
Envuelta en telas claras,
Anudado el cabello
Al descuido; mis plantas
Libres, desnudas, juegan.

Me he tendido en la hamaca,
Muy cerca de la puerta,
Un poco amodorrada.
El sol que está subiendo
Ha encontrado mis plantas.
Y las tiñe de oro...

Perezosa mi alma
Ha sentido que, lento,
El sol subiendo estaba
Por mis pies y tobillos
Asi, como buscándola.

Yo sonrío: este bueno
De sol, no ha de encontrarla;
Pues yo, que soy su dueña,
No sé por donde anda:
Cazadora, ella parte
Y trae, azul, la caza...

Un niño viene ahora,
La cabeza dorada.
Se ha sentado a mi lado
Sin pronunciar palabra;
Como yo el cielo mira,
Como yo, sin ver nada.
Me acaricia los dedos
De los pies, con la blanca
Mano; por los tobillos

Las yemas delicadas
De sus dedos desliza...
Por fin, sobre mis plantas
Ha puesto su mejilla,
Y en la fría pizarra
Del piso el cuerpo tiende
Con infinita gracia.

Cae el sol dulcemente,
Oigo voces lejanas,
Está el cielo muy lejos...
Yo sigo amodorrada
Con la rubia cabeza
Muerta sobre mis plantas.

 ...Un pájaro la arteria
Que por su cuello pasa...




CARTA LÍRICA A OTRA MUJER

Vuestro nombre no sé, ni vuestro rostro
Conozco yo, y os imagino blanca,
Débil como los brotes iniciales,
Pequeña, dulce... Ya ni sé... Divina.
En vuestros ojos placidez de lago
Que se abandona al sol y dulcemente
Le absorbe su oro mientras todo calla.
Y vuestras manos, finas, como aqueste
Dolor, el mío, que se alarga, alarga,
Y luego se me muere y se concluye
Así, como lo veis; en algun verso.
Ah, ¿sois asi? Decidme si en la boca
Tenéis un rumoroso colmenero.
Si las orejas vuestras son a modo
De pétalos de rosas ahuecados...
Decidme si lloráis, humildemente.
Mirando las estrellas tan lejanas.
Y si en las manos tibias se os aduermen
Palomas blancas y canarios de oro.
Porque todo eso y más, vos sois, sin duda:
Vos, que tenéis el hombre que adoraba
Entre las manos dulces, vos la bella
Que habéis matado, sin saberlo acaso,
Toda esperanza en mi... Vos, su criatura.
Porque él es todo vuestro: cuerpo y alma
Estéis gustando del amor secreto
Que guardé silencioso... Dios lo sabe
Por que, que yo no alcanzo a penetrarlo.
Os lo confieso que una vez estuvo
Tan cerca de mi brazo, que a extenderlo
Acaso mía aquella dicha vuestra
Me fuera ahora... isi! acaso mía...
Mas ved, estaba el alma tan gastada
Que el brazo mío no alcanzo a extenderse:
La sed divina, contenida entonces,
Me pulió el alma... iY él ha sido vuestro!

¿Comprendéis bien? Ahora, en vuestros brazos
El se adormece y le decís palabras
Pequeñas y menudas que semejan
Pétalos volanderos y muy blancos.
Acaso un niño rubio vendré luego
A copiar en los ojos inocentes
Los ojos vuestros y los de él
Unidos en un espejo azul y cristalino...

¡Oh, ceñidle la frente! ¡Era tan amplia!
¡Arrancaban tan firmes los cabellos
A grandes ondas, que a tenerla cerca
No hiciera yo otra cosa que ceñirla!
Luego dejad que en vuestras manos vaguen
Los labios suyos; él me dijo un día
Que nada era tan dulce al alma suya
Como besar las femeninas manos.,.
Y acaso, alguna vez, yo, la que anduve
Vagando por afuera de la vida

—Como aquellos filósofos mendigos
Que van a las ventanas señoriales
A mirar sin envidia toda fiesta—
Me allegue humildemente a vuestro lado

Y con palabras quedas, susurrantes,
Os pida vuestras manos un momento,
Para besarlas, yo, como él las besa...
Y al recubrirlas, lenta, lentamente,
Vaya pensando: aqui se aposentaron

¿Cuanto tiempo?, sus labios, ¿cuánto tiempo
En las divinas manos que son suyas?

¡Oh, qué amargo deleite, este deleite
De buscar huellas suyas y seguirlas
Sobre las manos vuestras tan sedosas,
Tan finas, con sus venas tan azules!
Oh, que nada podría, ni ser suya,
Ni dominarle el alma, ni tenerlo
Rendido aqui a mis pies, recompensarme
Este horrible deleite de hacer mío
Un inefable, apasionado rastro.
Y alli en vos misma, sí, pues sois barrera,
Barrera ardiente, viva, que al tocarla
Ya me remueve este cansancio amargo,
Este silencio de alma en que me escudo,
Este dolor mortal en que me abismo,
Esta inmovilidad del sentimiento

¡Que sólo salta, bruscamente, cuando
Nada es posible!


UN CEMENTERIO QUE MIRA AL MAR

Decid, oh muertos, ¿quién os puso un dia
Así acostados junto al mar sonoro?

¿Comprendía quien fuera que los muertos
Se hastían ya del canto de las aves
Y os han puesto muy cerca de las olas
Porque sintáis del mar azul, el ronco
Bramido que apavora?


Os estáis junto al mar que no se calla
Muy quietecitos, con el muerto oído
Oyendo cómo crece la marea,
Y aquel mar que se mueve a vuestro lado,
Es la promesa no cumplida, de una resurrección.


En primavera, el viento, suavemente,
Desde la barca que allá lejos pasa,
Os trae risas de mujeres... Tibio
Un beso viene con la risa, filtra
La piedra fría, y se acurruca, sabio,
En vuestra boca y os consuela un poco...
Pero en noches tremendas, cuando aúlla
el viento sobre el mar y allá a lo lejos
Los hombres vivos que navegan tiemblan
Sobre los cascos débiles, y el cielo
Se vuelca sobre el mar en aluviones,
Vosotros, los eternos contenidos,
No podéis más, y con esfuerzo enorme
Levantáis las cabezas de la tierra.
Y en un lenguaje que ninguno entiende
Gritáis: —Venid, olas del mar, rodando,
Venid de golpe y envolvednos como
Nos envolvieron, de pasión movidos,
Brazos amantes. Estrujadnos, olas,
Movednos de este lecho donde estamos
Horizontales, Viendo cómo pasan
Los mundos por el cielo, noche a noche...
Entrad por nuestros ojos consumidos,
Buscad la lengua, la que hablé, y movedla,

¡Echadnos fuera del sepulcro a golpes!

Y acaso el mar escuche, innumerable,
Vuestro llamado, monte por la playa,
iY os cubra al fin terriblemente hinchado!


Entonces, como obreros que comprenden,
Se detendrán las olas y leyendo
Las lápidas inscriptas, poco a poco
Las moverán a suaves golpes, hasta
Que las desplacen, lentas, y os liberten.

¡Oh, qué hondo grito el que daréis, qué enorme
Grito de muerto, cuando el mar os coja
Entre sus brazos, y os arroje al seno
Del grande abismo que se mueve siempre!


Brazos cansados de guardar la misma
Horizontal postura; tibias largas,
Calaveras sonrientes: elegantes
Fémures corvos, confundidos todos,
Danzarán bajo el rayo de la luna
La milagrosa danza de las aguas.
Y algunas desprendidas cabelleras,
Rubias acaso, como el sol que baje
Curioso a veros, islas delicadas
Formarán sobre el mar y acaso traigan
A los pequeños pájaros viajeros.


 

LETANÍAS DE LA TIERRA MUERTA
 
A Gabriela Mistral

Llegará un día en que la raza humana
Se habrá secado como planta vana,

Y el cielo sol en el espacio sea
Carbón inutil de apagada tea.

Llegará un dia en que el enfriado mundo
Será un silencio lúgubre y profundo:

Una gran sombra rodeará la esfera
Donde no volverá la primavera;

La tierra muerta, como un ojo ciego,
Seguirá andando, siempre sin sosiego,

Pero en la sombra, a tientas, solitaria,
Sin un canto, ni un ¡ay!, ni una plegaria.

Sola, con sus criaturas preferidas
En el seno cansadas y dormidas.

(Madre que marcha aún con el veneno
De los hijos ya muertos en el seno).

Ni una ciudad de pie... Ruinas y escombros
Soportará sobre los muertos hombros.

Desde allí arriba, negra, la montaña
La mirará con expresión huraña.

Acaso el mar no seréá más que un duro
Bloque de hielo, como todo oscuro.

Y así, angustiado en su dureza, a solas
Soñaré con sus buques y sus olas,

Y pasaré los años en acecho
De un sólo barco que le surque el pecho.

Y allá, donde la tierra se le aduna,
Ensoñará la playa con la luna,

Y ya nada tendrá más que el deseo
Pues la luna será otro mausoleo.

En vano querrá el bloque mover bocas
Para tragar los hombres, y las rocas

Oir sobre ellas el horrendo grito
Del náufrago clamando al infinito:

Ya nada quedará: de polo a polo
Lo habrá barrido todo un viento sólo:

Voluptuosas moradas de latinos
Y miseros refugios de beduinos;

Oscuras cuevas de los esquimales
Y finas y lujosas catedrales;

Y negros, y amarillos y cobrizos,
Y blancos, y malayos y mestizos

Se mirarán entonces bajo tierra
Pidiendose perdón por tanta guerra.

De las manos tomados, la redonda
Tierra, circundarán en una ronda.

Y gemirán en coro de lamentos:

¡Oh cuántos vanos, torpes sufrimientos!

—La tierra era un jardín lleno de rosas
Y lleno de ciudades primorosas;
 

—Se recostaban sobre ríos unas,
Otras sobre los bosques y lagunas.

—Entre ellas se tendían finos rieles,
Que eran a modo de esperanza fieles,

—Y florecía el campo, y todo era
Risueño y fresco como una pradera;

—Y en vez de comprender, puñal en mano
Estábamos, hermano contra hermano;

—Calumniábanse entre ellas las mujeres
Y poblaban el mundo mercaderes;

—Ibamos todos contra el que era bueno
A cargarlo de lodo y de veneno...

—Y ahora, blancos huesos, la redonda
Tierra rodeamos en hermana ronda.

—Y de la humana, nuestra llamarada,

¡Sobre la tierra en pie no queda nada!

Pero quién sabe si una estatua muda
De pie no quede aun sola y desnuda.

Y asi, surcando por las sombras, sea
El último refugio de la idea.

El último refugio de la forma
Que quiso definir de Dios la norma,

Y que, aplastada por su sutileza,
Sin entenderla, dio con la belleza.

Y alguna dulce, cariñosa estrella,
Preguntaré tal vez: ¿Quien es aquélla?
 

¿Quién es esa mujer que así se atreve,
Sola, en el mundo muerto que se mueve?

Y la amaré por celestial instinto
Hasta que caiga al fin desde su plinto.

Y acaso un día, por piedad sin nombre
Hacia esta pobre tierra y hacia el hombre,

La luz de un sol que viaje pasajero
Vuelva a incendiarla en su fulgor primero,

Y le insinúe: oh, fatigada esfera:

¡sueña un momento con la primavera!

—Absórbeme un instante: soy el alma
Universal que muda y no se calma...
 

¡Cómo se moverán bajo la tierra
Aquellos muertos que su seno encierra!
 

¡Cómo pujando hacia la luz divina
Querrá volar al que los ilumina!

Mas será en vano que los muertos ojos
pretendan alcanzar los rayos rojos.
 

¡En vano! ¡En vano!... ¡Demasiado espesas
Serán las capas, ay, sobre sus huesas!

Amontonados todos y vencidos,
Ya no podrán dejar los viejos nidos,

Y al llamado del astro pasajero
Ningún hombre podrá gritar: ¡Yo quiero!



 
DE MI PADRE SE CUENTA

De mi padre se cuenta que de caza partía,
Cuando rayaba el alba seguido de su galgo,
Y en el largo camino, por divertirse en algo,
Lo miraba a los ojos, y su perro gemía.

Que andaba por las selvas buscando una serpiente
Procaz, y al encontrarla, sobre la cola erguida,
Al asalto dispuesta, de un balazo insolente
Se gozaba en dejarle la cabeza partida.

Que por días enteros, vagabundo y huraño,
No volvía a la casa, y, como un ermitaño,
Se alimentaba de aves, dormía sobre el suelo.


Y sólo cuando el Zonda, grandes masas ardientes
De arenas y de insectos, levanta en los calientes
Desiertos sanjuaninos cantaba bajo el cielo.




VERSOS A LA TRISTEZA DE BUENOS AIRES

Tristes derechas, agrisadas e iguales
Por donde asoma, a veces, un pedazo de cielo,
Sus fachadas oscuras y el asfalto del suelo
Me apagaron los tibios sueflos primaverales.

Cuánto vagué por ellas, distraída, empapada
En el vaho grisáceo, lento, que las decora.
De su monotonía mi alma padece ahora.
—¡Alfonsina! ——No llames. Ya no respondo a nada.

Si en una de tus casas, Buenos Aires, me muero
Viendo en días de otoño tu cielo prisionero,
No me será sorpresa la lápida pesada.

Que entre tus calles rectas, untadas de su río
Apagado, brumoso, desolante y sombrío,
Cuando vagué por ellas, ya estaba yo enterrada.



EPITAFIO PARA MI TUMBA

Aquí descanso yo: dice Alfonsina
El epitafio claro, al que se inclina.

Aquí descanso yo, y en este pozo,
Pues que no siento, me solazo y gozo.

Los turbios ojos muertos ya no giran,
Los labios, desgranados, no suspiran.

Duermo mi sueño eterno a pierna suelta,
Me llaman y no quiero darme vuelta.

Tengo la tierra encima y no la siento,
Llega el invierno y no me enfría el viento.

El verano mis sueños no madura,
La primavera el pulso no me apura.

El corazón no tiembla, salta o late,
Fuera estoy de la línea de combate.


¿Qué dice el ave aquella, caminante?
Tradúceme su canto perturbante:

“Nace la luna nueva, el mar perfuma,
Los cuerpos bellos bañanse de espuma.

”Va junto al mar un hombre que en la boca
Lleva una abeja libadora y loca:

”Bajo la blanca tela el torso quiere
El otro torso que palpita y muere.

”Los marineros sueñan en las proas,
Cantan muchachas desde las canoas.

”Zarpan los buques y en sus claras cuevas
Los hombres parten hacia tierras nuevas.

”La mujer, que en el suelo está dormida,
Y en su epitafio ríe de la vida,

”Como es mujer, grabo en su sepultura
Una mentira aún: la de su hartura”.




REGRESO EN SUEÑOS

Boca perdida en el vaivén del tiempo;
detrás de los paisajes escondida;
boca hacia atrás huyente en el espacio;
boca muerta que fuiste boca viva:

Torbellinos de rostros te apagaron,
tú, que eras rosa ya palidecida;
bloques de casas, cielos circulantes,
telones fueron a velarte esquiva.

Alguna vez la punta de la llama
pintó en el aire la ligera estría
de tu boca atersada a finos verbos:
seda en la seda, flor más florecida.

O levanté la mano para asirte
en la nube traslúcida que lucía
acuchillada del cuchillo mismo
que parte en dos la ya palidecida.

Y a veces, en el fondo de otra boca,
flor de agua pura aún más verdecida,
hube de hallarte. Mas se abrió tu boca
como la sal al viento en las salinas...

Pero anoche, ¿de dónde regresaste?

¿De tumbas de agua? ¿De raíz nutrida
en anchos bosques? ¿De trasmundos malva?

¿Qué cadenas de seres te fue guia?

Cortaste los paisajes y los rostros,
los circulantes cielos en huídas,
bloques de casas, hojarasca de horas,
y me hallaste no muerta, que dormida.

Pájaro de aire, reposó la boca
sobre la boca mía anochecida.
Mas no era boca. A musgo, macerado
en los soles de Dios, se parecía.


 
 

REGRESO EN SUEÑOS

Boca perdida en el vaivén del tiempo;
detrás de los paisajes escondida;
boca hacia atrás huyente en el espacio;
boca muerta que fuiste boca viva:

Torbellinos de rostros te apagaron,
tú, que eras rosa ya palidecida;
bloques de casas, cielos circulantes,
telones fueron a velarte esquiva.

Alguna vez la punta de la llama
pintó en el aire la ligera estría
de tu boca atersada a finos verbos:
seda en la seda, flor más florecida.

O levanté la mano para asirte
en la nube traslúcida que lucía
acuchillada del cuchillo mismo
que parte en dos la ya palidecida.

Y a veces, en el fondo de otra boca,
flor de agua pura aun más verdecida,
hube de hallarte. Mas se abrió tu boca
como la sal al viento en las salinas...

Pero anoche, ¿de dónde regresaste?

¿De tumbas de agua?¿de raíz nutrida
en anchos bosques? ¿De trasmundos malva?

¿Qué cadenas de seres te fue guía?

Cortaste los paisajes y los rostros,
los circulantes cielos en huidas,
bloques de casas, hojarasca de horas,
y me hallaste no muerta, que dormida.

Pájaro de aire, reposé la boca
sobre la boca mía anochecida.
Mas no era boca. A musgo, macerado
en los soles de Dios, se parecía.




PARTIDA

Un camino
hasta el confín
altas puertas de oro

lo cierran;
galerias profundas;
arcadas.

El aire no tiene peso;

las puertas se balancean
en el vacío;
se deshacen en polvo de oro;

se juntan, se separan;
bajan a las tumbas
de algas;
suben cargadas de corales.
Rondas,
hay rondas de columnas:
las puertas se esconden
detras de los parapetos azules;
el agua brota en campos de nomeolvides;
echa desiertos de cristales morados;
incuba grandes gusanos esmeralda;
se trenzan los brazos innumerables.


Lluvia de alas,
ahora;
angeles rosados
se clavan como flechas
en el mar.
Podría caminar sobre ellos
sin hundirme.

Una senda de cifras
para mis pies:
columnas de número
para cada paso,
submarinas.

Me llevan:
enredaderas invisibles
alargan sus garfios
desde el horizonte:
mi cuello cruje.
Ya camino.
El agua no cede.
Mis hombros se abren en alas.
Toco con sus extremos
los extremos del cielo.
Lo hiero:
la sangre del cielo
bañando el mar...
Amapolas, amapolas,
no hay mas que amapolas...

Me aligero:

la carne cae de mis huesos.
Ahora.
El mar sube por el canal
de mis vértebras.
Ahora.

el cielo rueda por el lecho
de mis venas.
Ahora.

¡El sol! ¡El sol!
Sus últimos hilos
me envuelven,
me impulsan:
soy un huso:
¡giro, giro, giro, giro!...