jueves, 28 de abril de 2016

El retrato clínico del psicópata. Liz Green



El retrato clínico del psicópata
 Liz Green
De "El lado oscuro del alma"
La psicopatología en el horóscopo

Ted Bundy. Asesino en serie. 1946 - 1989
Hay muchas referencias en Internet sobre las características de los psicópatas, pero he elegido la exposición de Liz Green por su magisterio y experiencia terapéutica, su capacidad de relacionar la psicología con los mitos y por la vinculación que realiza con la Astrología como medio de investigación. Creo que es un medio muy válido para adentrarse en el alma y su historia que posee enormes espacios vírgenes sin explorar. Había leído que existía relación entre psicopatía y los aspectos de Sol y Plutón, tal vez por su aparición en cartas de personas megalómanas y/o manipuladoras, con poca capacidad de empatía pero sí de sociabilidad. Liz considera que más bien existe correlación con el mundo lunar.
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Quisiera hablar acerca de las definiciones clínicas de psicopatía con algún detalle. Las definiciones clínicas son siempre sospechosas porque cambian conforme a las modas sociales y políticas de mayor influencia en el momento, la prevalencia de determinadas medicaciones en el mercado y la atmósfera moral predominante. Debemos tomar esas definiciones con una cierta cantidad de saludable cinismo. No obstante, pueden ser útiles como punto de partida porque pueden facilitar que surja la cuestión de qué es lo que realmente podría estar ocurriendo desde una perspectiva psicológica más profunda. Podemos empezar también considerando a qué tipo de factores astrológicos debemos observar. ¿Es la psicopatía un asunto de Marte? ¿O lo es de la Luna? No importa el tiempo que dediquemos a la búsqueda. No creo que encontremos nunca una «configuración astrológica de la psicopatía» en la carta natal. Pero sí podemos hacernos alguna idea de los factores astrológicos generales hacia los cuales deberemos dirigir nuestra búsqueda. Entonces podremos echar un vistazo a algunas cartas individuales. En muchos de nuestros seminarios muchos de vosotros queréis que se debatan vuestras cartas y nunca hay tiempo suficiente para verlas todas. No sé si alguno de vosotros ha traído su carta para que hoy la analicemos. Si habéis traído la vuestra, quizá ahora os lo estéis pensando mejor. Si habéis traído la carta de otra persona, quizá debáis analizar los motivos por los cuales queréis que se debata. Dado que la mayoría de los psicópatas diagnosticados son hombres, mucha gente con alguna noción de la psicología tiende a tildar de «psicópata» a todo hombre que no responde a sus necesidades emocionales. Si tu amante o tu pareja te rechazan, esto no significa que sean unos «psicópatas». Es muy fácil acusar a alguien de ser un psicópata cuando nos causa heridas emocionales. ¿Pero cómo definimos a alguien que carece de sentimientos? ¿Es alguien que carece de sentimientos en general o solamente respecto a nosotros? Dejando de lado estas consideraciones, sería bueno echar un vistazo a los ejemplos aportados por el grupo, así como a los casos bastante más aparatosos que he traído yo. 
Primeramente vamos a preparar el camino haciendo una lista de características que, de acuerdo con el estamento psiquiátrico, definen entre nosotros la psicopatía. 

Encanto 

El encanto aparece en todas las listas que describen el comportamiento psicopático. Es la forma característica en que la personalidad psicopática se mueve en las diferentes situaciones sociales. Intentad recordar que no todo criminal es un psicópata y que no todo psicópata es un criminal. La gente puede cometer un asesinato u otros crímenes brutales en un estado de perturbación emocional extrema, o porque están locos. Pero los psicópatas no están locos. Poseen una remarcable capacidad de manipular con gran astucia la situación real en la que se encuentran, lo cual es a su vez una de las razones por las que la psicopatía se denomina desorden de la personalidad y no enfermedad. En la personalidad psicopática, el encanto es una forma altamente sofisticada de adaptación social, que paradójicamente refleja al mismo tiempo disociación y una relación realista con la realidad exterior. La capacidad de ser encantador mientras uno planea fríamente manipular o incluso destruir a otra persona es una de las características principales del comportamiento psicopático. Mientras examinamos las otras características, id pensando cómo se puede detectar astrológicamente el encanto y lo que queremos decir con esa palabra. 

Sentido exagerado de la autoestima

La segunda característica de la lista es un sentido exagerado de la autoestima, también llamada inflación. La inflación está generalmente vinculada al narcisismo clínico, lo que nos puede dar una pista sobre la profundidad de la dinámica psicológica que funciona por debajo de la psicopatía. Un sentido exagerado de la autoestima presenta un montón de implicaciones respecto del comportamiento. El psicópata puede estar convencido de que tiene que llevar a cabo una misión providencial —asesinar prostitutas, convertir al mundo a la verdadera fe, o destruir el gobierno de los USA—. El psicópata necesita sentirse verdaderamente importante; y este sentido mítico de su misión —o incluso la asunción de ser superior a las demás personas— proporciona la justificación para provocar una increíble cantidad de destrucción. Podríamos denominar este sentido exagerado de la autoestima como «identificación con un arquetipo». Con frecuencia existe un elemento mesiánico en la psicopatía. Eso también significa que el psicópata se considera exento de la aplicación de las leyes. Las leyes se aplican al pueblo llano, que ha de entendérselas con límites de velocidad y colas en los bancos o en los supermercados. Esta gente debe trabajar para vivir y debe pagar un precio por lo que quiere obtener. Pero si uno es especial e intrínsecamente superior, puede mentir, engañar, robar y tomar lo que quiera cuando quiera. En la psicopatía no hay ninguna conciencia social, ningún sentido de pertenencia a la comunidad; pero sí a menudo existe una irreprimible inclinación a jactarse al efecto de alimentar la inflación del ego y así es cómo acaban detenidos los psicópatas. No pueden resistir la tentación de enviar cartas de burla a la policía o dejar pistas a alguien que acaban de conocer en un pub. Ahora sabemos que el narcisismo, que es otra manera de describir esta clase de inflación, es el opuesto del genuino sentido del valor personal y del respeto a uno mismo. La inflación narcisista es la compensación por un interior vacío. Es como un donut: no existe un verdadero sentido de identidad en el centro. El narcisismo es una forma de sufrimiento que no nace de un sentido del ego; los delirios de grandeza funcionan entonces como una defensa alrededor del aterrador sentimiento de vacío e insignificancia. Este problema, en lo que llamamos desorden narcisista de la personalidad, puede responder a la psicoterapia, si bien a menudo hay que resignarse al largo plazo. En cambio, en la psicopatía este problema parece ser irrevocable e irreversible: el sentimiento exagerado de la autoestima no es, en el comportamiento psicopático, verdadera confianza en uno mismo dentro de unos límites razonables. Este último patrón de comportamiento se da a veces con una preponderancia de planetas en signos de Fuego. La psicopatía refleja una estructura del carácter profundamente infantil: una en que el universo gira alrededor del bebé, pero en el que éste podría ser relegado al olvido en cualquier momento. 

Oyente: ¿Podría equipararse a la megalomanía? 

Liz: Puedes usar ese término si lo prefieres, pero eso no tiene relación con ninguno de los patrones más profundos que actúan en la psicopatía. Es sencillamente un insulto. El término «narcisismo» puede ponernos sobre la pista de uno de los factores astrológicos que hemos de observar debido a que, en gran medida, el narcisismo es un problema solar: no tanto de demasiado Sol cuanto de demasiado poco Sol. Mucha gente, quizá la mayoría, padece en alguna medida de la herida narcisista; así que si buscamos patrones psicopáticos deberemos estar atentos a determinados factores astrológicos. Es incluso posible que todo el mundo cargue con algunos elementos de la psicopatía en mayor o menor grado. Existen determinados indicios en la carta que sugieren que el Sol está en la lucha, y si esto se mezcla con cierto tipo de presiones ambientales y otros factores astrológicos que exploraremos más tarde, es posible detectar el peligro de que los elementos psicopáticos acaben apoderándose de la personalidad. Pero, una vez más, cabe que no sea posible. Bajo umbral de aburrimiento La tercera característica de la lista es un umbral bajo de aburrimiento. El psicópata necesita de una constante estimulación. ¿Qué puede significar eso? 

Oyente: ¿Significa que uno tiene que distraerse de su propio interior? 

Liz: Puede reflejar una necesidad de ser distraído de uno mismo, si uno carga con una cantidad de dolor que parece intolerable. Es un mecanismo de defensa muy común y mucha gente intenta escapar de la infelicidad saltando de un tema o pensamiento a otro al efecto de evitar enfrentarse a un conflicto interior insoportable. Puede haber factores sociales que contribuyan a la situación. Desde el punto de vista social, nuestra capacidad de atención está disminuyendo mucho. Ya no tenemos paciencia para leer novelas largas o para escuchar largas disertaciones sobre un tema determinado. Los Monty Python resumieron este problema de una forma muy delicada y brillante a la vez en un sketch llamado The Summarize Proust Competition. No nos molestamos ya en escribir largas cartas, sino que preferimos los correos electrónicos y la mensajería instantánea. Queremos información instantánea y soluciones instantáneas a los problemas. Hace poco recibí una queja de un estudiante de astrología americano, que estaba molesto porque en mi libro Neptuno, un estudio astrológico uso muchas palabras de más de tres sílabas y eso le obligaba a usar el diccionario. 

Oyente: Eso me suena a problema mercuriano. 

Liz: Puede estar conectado con Mercurio. Pero la incapacidad de concentrar la mente también tiene que ver con una respuesta emocional a las ideas, las cosas y las personas. Tendemos a seguir interesados en algo si ello de alguna forma nos arrastra emocional e imaginativamente. Cuando conectamos con el “objeto” en esos niveles no racionales —incluso si nuestro interés es exclusivamente intelectual—, nos podemos concentrar. Nos acabamos aburriendo si un tema no afecta a nuestros sentimientos. Así, si nos encanta desmontar automóviles, un manual de mecánica del automóvil nos va a parecer alucinante. Pero si no estamos interesados, nos va a resultar tan excitante como ver secarse la pintura de un cuadro. Aquellos que están interesados en los demás acostumbran a ser gente interesante, porque la empatía emocional que sentimos por ellos nos hace salir de nosotros mismos y nos hace querer saber más tanto de nosotros mismos como de los demás. Aquellos que no se interesan, en cambio, incluso si tienen una cara amable, tienden a ser aburridos porque acostumbran a hablar sobre sí mismos todo el rato y nos dejan con un vago sentimiento de denigración sin motivo aparente. Este punto está más relacionado con la Luna que con Mercurio; y la Luna, como veremos, es otro importante factor astrológico que deberemos explorar. El signo en que esté emplazado Mercurio y los aspectos de éste pueden reflejar ciertamente el grado de flexibilidad mental de uno. A Mercurio en signos mutables le encanta la variedad, mientras que en los signos fijos posee una mayor capacidad de concentración. Los aspectos Mercurio-Neptuno requieren una estimulación y una expresión imaginativa, mientras que los aspectos Mercurio-Saturno se relacionan mejor con los hechos y las estructuras en el mundo material. Pero ningún problema mercurial, en sí mismo, hace de nadie un psicópata. 

Oyente: ¿Puede originarse esa incapacidad de mantener la atención en el miedo a la intimidad o que alguien se acerque demasiado? 

Liz: Sí, hay muchos factores de orden social que pueden ser relevantes, y no dudo de que éste es uno de ellos. Demasiadas presiones externas pueden alimentar estructuras psicopáticas del carácter. Pero tenemos que considerar por qué determinados sujetos son particularmente receptivos a esa clase de presiones, pues de otro modo todos seríamos psicópatas. Quizá lo somos, en algún nivel u otro. Pero si lo fuésemos, exhibiríamos esas características de una forma más aparatosa. Explorar los factores sociales siempre es útil; pero al final, incluso si somos capaces de hacer todo lo que podamos a nivel práctico, siempre nos perderemos el misterio del carácter individual. Algunas personas reaccionan ante los problemas sociales más violentamente que otros; y eso es lo que necesitamos determinar astrológicamente. El astrólogo no puede tratar a la sociedad como un todo; aunque exploremos las tendencias colectivas, finalmente y de todos modos tendremos que tratar con personas individuales si queremos realizar cualquier clase de contribución creativa a través de nuestro trabajo. Quizá acuda un psicópata a nuestra consulta para una lectura y seguramente no podamos saber que lo es, a menos que nos devuelvan el cheque. Lo relevante de verdad es la clase de educación que estas personas darán a sus hijos; y el cliente con hijos es el único que va a beneficiarse de cualquiera de las percepciones que surjan en este seminario. 

Mentiras patológicas

El cuarto ítem de la lista clínica son las mentiras patológicas. Mentir es algo que todo el mundo ha hecho en algún momento de sus vidas. ¿Hay aquí alguien lo bastante descarado para decir que nunca ha mentido? Creo que no. Cuando mentimos, ¿por qué lo hacemos? 

Oyente: Para protegernos de los demás.

Liz: Sí, mentimos para ocultar algo, para protegernos, para escapar de algo. O nos avergonzamos de algo que no queremos que los demás lo sepan. 

Oyente: Desde mi punto de vista como padre, si tu hijo te miente, o te tiene miedo o tiene cuatro años. 

Liz: Sí, los niños de cierta edad mienten sin razón aparente alguna, porque necesitan sentir que tienen el poder de guardar secretos. Es una forma de reservarse algo para sí y expresa lo que Freud denominó la «fase anal» del proceso de desarrollo —la construcción de un sentimiento de autonomía mediante la retención—. El miedo a la autoridad, ya sea familiar o educacional, provoca naturalmente que los niños mientan, aunque por ello no vayan a recibir ningún castigo. El «¡yo no he sido, ha sido él!», es la vía de escape habitual, con el beneficio adicional de salpicar a un hermano o compañero de clase de quienes el niño siente envidia. No menos ingenioso es el abanico de excusas por los deberes que no se han hecho, y éstas son algo más que simples mentiras: suponen un considerable esfuerzo de imaginación creativa. No obstante, en determinadas circunstancias los niños saben que mienten y también por qué. Normalmente reservamos la mentira para situaciones específicas en que ésta sirve a una finalidad, la cual, según creemos, justifica la mentira. Así, un hombre miente a su mujer diciéndole que se quedará en la oficina hasta tarde porque ha de trabajar. El propósito es ocultarle que tiene una aventura, y así puede seguir disfrutando del sexo extramatrimonial sin destruir su vida familiar. Los motivos por los cuales mentimos pueden parecer mezquinos y egoístas a un observador externo, pero a veces son más desinteresados. A veces mentimos para evitar hacer daño a alguien, no porque esperemos obtener alguna ventaja de nuestra mentira. O mentimos para proteger a nuestros seres queridos de un trato injusto a manos de otras personas. Pero tanto si nos comportamos de forma mezquina o noble, mentimos para conseguir un fin específico. La mentira patológica se distingue de todas las demás mentiras porque no sirve a ningún propósito particular. Uno miente porque es muy divertido timar a la gente. No se trata de un engaño en el que la persona no distingue entre realidad y fantasía, sino algo distinto, que no se aplica al comportamiento psicopático. El psicópata miente no sólo para que no le atrapen, sino y más importante, porque saber que ha conseguido engañar a alguien le provoca un enorme placer. 

Oyente: Tras unos cuantos años en la profesión jurídica, puedo afirmar que muchos de esos atributos pueden aplicarse sin ninguna duda a mis colegas. Y además, constarían ostentosamente en su currículum porque dichos rasgos son sumamente útiles en la práctica jurídica habitual. 

Liz: No lo dudo. Me gustaría mencionar un artículo sobre la psicopatía publicado en la prensa estadounidense: «El nuevo pasatiempo corporativo de las empresas: descubra al psicópata». La autora afirma que los psicópatas son muy útiles en determinadas profesiones debido a su capacidad de manipulación y su crueldad. 

Oyente: Hace dos años apareció una reseña en la prensa británica acerca de los directivos de alto nivel en la City y en el sector industrial. El artículo afirmaba que cerca del 70% eran psicópatas y su comportamiento encajaba en todos los perfiles clínicos. No era necesario que pudieran tomar decisiones difíciles o que siguieran un plan. Pero resultaban útiles porque no tenían ningún reparo en hacer tanto dinero como pudieran sin importar a quién pisoteaban o arruinaban. 

Liz: Muchas de las características relacionadas con la psicopatía tienen premio en determinadas profesiones y esferas de la sociedad. Las implicaciones de esto son sumamente perturbadoras. Quisiera leeros un comentario, relevante para lo que estamos hablando. Es una cita de un psiquiatra hablando de la psicopatía: «Existen personalidades psicopáticas en los escalones más elevados de la sociedad, e incluso dentro de las jerarquías religiosas en Estados Unidos. No se puede dar por sentado que una persona, por su profesión de juez o de celador de hospital, haya ocupado esa plaza honestamente y que no fuera capaz de manipular a uno como un monigote para conseguirla». Una vez hemos recorrido todos los elementos de la lista, tenemos que analizar detenidamente lo que nos distingue —si es que hay algo así— de aquellos que se consideran psicópatas desde el punto de vista clínico. El psicópata miente porque es muy divertido. Se pueden ver involucradas aquí muchas cuestiones relativas al poder. Borrar las huellas forma parte obviamente de la actividad criminal; y dado que la actividad criminal forma parte del estilo de vida del psicópata, éste mentirá siempre para que no le atrapen. Pero estas personas mienten también porque hay un deseo de menospreciar y de humillar a los demás, incluso aunque los demás no se den cuenta de que se les está mintiendo. A su vez esto se convierte en el exagerado sentido de la autoestima que hemos examinado y la herida incurable que lo fundamenta. ¿Por qué debería alguien sentirse superior a los demás, a menos que se sienta absolutamente pequeño, miserable e inútil en su interior?

Capacidad de ganarse la confianza de los demás

La quinta característica de la lista se alía naturalmente con la mentira patológica y se denomina «capacidad de ganarse la confianza de los demás». William James, atacando en cierta manera lo que él llamaba «las opresiones de los proveedores del sentido religioso», observó: «La “fe”, después de todo, es un sinónimo de “confía en mí”, y esa frase constituye el credo del artista de la confianza». Esta característica supone que uno posee la capacidad de seducir a los demás al punto que estos confían en sus mentiras y estafas. La estafa exitosa utiliza el encanto como arma. En manos del psicópata esa capacidad no se usa para obtener algún tipo de beneficio personal, sino también por el placer de engañar a los demás y hacerlos sentir como unos tontos. Se conecta con el exagerado sentido de la autoestima de la misma forma que la mentira patológica: uno tima a los demás y por tanto uno puede sentirse superior por ello. También soluciona el problema del umbral bajo de aburrimiento, debido a que engañar a los demás mantiene a uno ocupado y hace la vida más interesante: «¿Quién será el siguiente? ¿Podré librarme otra vez?». Cuanto más importante sea la víctima, más poderoso y superior se sentirá el psicópata. Burlar a la policía es con frecuencia otro de sus pasatiempos favoritos. Timar a la gente es también muy popular. Como dijo P. T. Barnum, «cada minuto nace un idiota». Damos muchas facilidades a los psicópatas para que nos timen, porque somos muy fáciles de timar. Utilizan para ello nuestros anhelos emocionales y espirituales, nuestros deseos materiales y nuestra conciencia social. Somos engañados por los políticos que nos prometen un mundo mejor, y por comerciantes que nos prometen ser más felices, más guapos y más satisfechos si compramos sus productos. Existe una escuela de pensamiento, a la que perteneció William James, que postula que también nos engañan los líderes religiosos y espirituales, que juegan con nuestro miedo a la falta de significado de la vida y a la muerte y nos prometen la inmortalidad o el esclarecimiento espiritual si compramos sus productos. Es muy fácil hacernos sentir mal si somos egoístas o políticamente incorrecto, o si no estamos de acuerdo con el concepto dominante de comportamiento humano amoroso. Nos ponemos en manos de los psicópatas con una ingenuidad asombrosa, y eso tiene algunas consecuencias incómodas. Es como si el comportamiento psicópata fuera el lado oscuro de nuestras poco realistas aspiraciones a la perfección individual y social. Cuanto más desconectados e irreales nos volvemos en nuestros esfuerzos por ser algo distinto de un individuo auténtico, más profundamente hunde la psicopatía sus raíces en la oscuridad. 

  Ausencia de remordimiento 

Hemos llegado a la característica más importante de la lista: ausencia de remordimiento. En nuestro día a día, cuando hacemos daño a alguien nos sentimos mal por ello. A veces un acto de venganza parece exento de remordimiento, pero el psicópata no actúa por venganza (o, al menos, no por vengarse de individuos o grupos a los que éste destruye con sus acciones). A menudo se trata de una venganza abstracta o desplazada que opera en la psicopatía, tal como sugieren algunos de los más famosos psicópatas de la Historia, como Hitler. Pero es una especie de venganza fría y disociada, desconectada de sus raíces emocionales de carácter personal y absolutamente desproporcionada respecto del dolor original, cualquiera que fuese éste. Los historiadores y biógrafos intentan siempre justificar el odio incontenible de Hitler hacia los judíos explicando que debió padecer algún tipo de experiencia dolorosa o humillante a manos de un profesor judío o que fue avergonzado muchas veces por un abuelo que era judío en parte. Quizá eso sea cierto. Pero una venganza que incluye el asesinato de seis millones de personas, hay que decirlo, supera todos los límites. Cuando las personas relativamente estables quieren vengarse, normalmente es una venganza alimentada por un afecto emocional y proporcionada dentro de los límites de lo que consideramos el «delito». Así, escuchamos muchísimas historias acerca de la esposa traicionada que reduce a tiras con una navaja todos los trajes de su marido, o el chico al que ha plantado la novia y se da de puñetazos con el nuevo novio de ésta tras emborracharse y encontrárselo en un bar. A veces el individuo no siente remordimiento por actos así —al menos por un tiempo— y en cambio se siente pleno de orgullo y satisfacción. Pero esta venganza está fundada en un sentimiento aunque sea feo y finalmente sin sentido. Usualmente, si hacemos daño a alguien sin darnos cuenta, sentimos posteriormente angustia; o incluso, si se lo causamos deliberadamente. Nuestro remordimiento tiene parcialmente sus raíces en un código ético, un punto de vista religioso o un determinado conjunto de ideales, pero también nace de nuestra capacidad de identificarnos y de sentir lo que la otra persona siente. Incluso si es necesario infligir dolor, existen un sentimiento de renuencia y una sensación de tristeza y culpa posteriores. En el comportamiento psicopático no existe el remordimiento porque no hay compasión. Los psicópatas son habitualmente capaces de imaginarse en la piel de otra persona, porque a menudo su inteligencia es superior a la de la media. Pueden ver la apariencia del mundo a través de los ojos de otra persona. Ellos saben qué es lo que se siente. Pero no sienten lo que saben que deberían sentir. En otras palabras: la capacidad de percepción psicológica está presente, mas no la empatía. Me gustaría que todos pensarais en esta paradoja, porque no es fácil de entender. Tendemos a pensar que el psicópata es un tipo duro y brutal, incapaz de entender los sentimientos de los demás; pero la verdad es que los entienden muy bien. Pongamos que estamos en algún sitio, conduciendo el coche muy tarde en la noche. El coche sufre una avería y no hay más que una casa a muchos kilómetros a la redonda. Vamos hacia la casa y llamamos a la puerta. La puerta se abre lentamente y tras ella aparece una ancianita que vive sola. Todos podemos reconocer que su miedo proviene del hecho de que vive aislada, está asustada y es vulnerable. El psicópata también puede reconocer esos sentimientos. Podríamos tranquilizarla diciéndole en un tono muy amable: «¿Puede ayudarme, por favor? Mi coche se ha averiado y necesito desesperadamente usar su teléfono. Aquí está mi carnet de conducir y puede ver mi nombre y mi dirección. El psicópata también lo hará. Podemos ponernos en el lugar de esa ancianita. Sabemos que hemos de proceder con cuidado para no asustarla más de lo que ya está. Podemos hacernos alguna idea de cómo se siente una ancianita viviendo sola, a cuya puerta llama un extraño a altas horas de la madrugada. El psicópata también lo hará. La diferencia es que mientras nosotros sentiremos empatía por esa persona, el psicópata no podrá. Los demás usaremos el teléfono, agradeceremos su generosidad y nos iremos. El psicópata, en cambio, se quedará: jugará con la necesidad de contacto humano de ella dándole conversación, le propinará después un golpe en la cabeza y se llevará sus ahorros, sin ningún remordimiento. La capacidad de comprender a otra persona es bastante aguda en el psicópata, pero no hay remordimiento, no hay lástima por la otra persona. Es como si al psicópata le faltara un órgano. Por eso la psicopatía es tan aterradora. Cuando nos enfrentamos a la ira o la potencial violencia de alguien, intentamos apelar a su sentido de la decencia o a su empatía. Queremos creer que incluso una persona violenta puede rehabilitarse, en vez de ser simplemente condenada a un brutal tratamiento en prisión. Pero la rehabilitación depende de que exista algo en lo más profundo del ser que responda con remordimiento. ¿Cómo pretendéis ayudar a alguien a aceptar una responsabilidad emocional por lo que ha hecho cuando apenas le importa? Es esa inexpresividad, ese vacío interior lo que resulta aterrador. Debido al encanto y a la habilidad de mentir convincentemente, eso no se percibe desde fuera; y no lo vemos porque el psicópata es un experto en convencernos. Por eso encontramos al psicópata en la política, especialmente cuando un país es débil y busca un líder fuerte que le devuelva su orgullo. No sólo es nuestra credulidad la que abre las puertas al engaño, sino también nuestra desesperada necesidad de encontrar algo o a alguien fuera de nosotros que nos redima. 

Falta de empatía

La siguiente característica de la lista, la falta de empatía, está estrechamente relacionada con la falta de remordimiento, como ya he explicado. Hay otro titular en la lista llamado «crueldad»; pero la crueldad, junto con la falta de remordimiento y la de empatía, forma parte del mismo paquete. Desde el punto de vista astrológico, creo que es un paquete lunar. ¿Quiere alguien comentar algo al respecto? ¿No? Como astrólogos, podemos determinar que esa crueldad, falta de empatía y de remordimiento están conectados con la respuesta emocional y la capacidad de identificarse con los sentimientos de los demás. La empatía pertenece al reino lunar. A pesar de la importancia del Sol en los problemas narcisistas, a lo largo del día descubriremos que esas perturbaciones lunares, más que de cualquier otro factor astrológico, subyacen en el núcleo de todo comportamiento psicopático. 

Oyente: ¿Y qué hay de la falta de agua? 

Liz: La falta de agua en la carta describe la falta de adaptación de la función sentimental, más que la incapacidad de sentir empatía. Las funciones de la conciencia no describen nuestros impulsos humanos fundamentales. Describen más bien cómo nos adaptamos a la vida de acuerdo con nuestras fortalezas y debilidades innatas. La falta de un elemento no significa que la persona no sea capaz de experimentar ese elemento. La falta de Tierra, por ejemplo, no significa que uno carezca de sensualidad; o la falta de Aire, que uno carezca de inteligencia. Normalmente sucede lo contrario; pero con un elemento débil o inexistente, las reacciones no están adaptadas a la persona y por lo tanto, son primarias y arcaicas. A veces el ego intenta desconectar debido al poder del elemento ausente, aunque la desconexión nunca es total. Va y viene de forma autónoma. Una falta de agua indica unas reacciones emocionales tremendamente potentes y los sentimientos de empatía pueden ser tan poderosos que pueden llegar a abrumar. Los sentimientos no están tamizados por el ego, sino que éste se encuentra a su merced. Vienen y van como quieren, no como deseos conscientes, y muchas veces muestran una cualidad inflexible, intensa y bastante primitiva. Es importante recordar que los signos del zodiaco describen cualidades de expresión, no motivaciones psicológicas. Los signos de agua no describen nuestra capacidad de sentir, sino la manera en que cada planeta es experimentado y expresado. Mercurio o Saturno en Agua no nos dirá si un individuo es capaz o no de sentir empatía. Mercurio en agua proporciona un enunciado acerca de la forma en que procesamos y comprendemos la información que recibimos. Este proceso se lleva a cabo mediante la función sentimental, más que a través de conceptos abstractos, que sería el caso de Aire, o de corazonadas,  como en el caso de Fuego, o hechos observables, como es el caso de Tierra. La Luna, en cambio, es el órgano a través del cual establecemos contacto con los demás, cualquiera que sea su signo, y el medio por el cual empatizamos con los demás en un nivel emocional. Por eso las experiencias con nuestra madre causan un profundo efecto en la forma en que la Luna se expresa posteriormente en la vida. La madre es nuestro primer contacto con otra persona a un nivel emocional; aprendemos así a usar (o abusar de) nuestra Luna a través de este vínculo primordial. 

Oyente: Cuando hablas de «falta de adaptación», ¿quieres decir que la persona no sabe cómo usar ese elemento? 

Liz: Sí, eso es lo que quiero decir. No está bajo control consciente del ego. Si en una carta hay mucho Aire, la capacidad de razonar lógicamente se siente como algo natural a la persona. En otras palabras: la función pensante está controlada por el ego y es, por tanto, un medio principal de adaptación. Pero esto no nos dice nada acerca de su inteligencia. Las personas con un fuerte elemento Agua son habitualmente conscientes de lo que sienten, aunque no siempre sean capaces de verbalizarlo de una forma lógica cuando se les pide que lo expresen. Aunque cabe que expresen sus emociones de una forma dramática frente al público adecuado, el ego controla los sentimientos —no de una manera racional y calculada, pero sí consciente—. Las personas de Agua usan sus sentimientos como herramienta para adaptarse a la vida. Por eso sobresalen en cuanto a diplomacia y también por eso muchas veces hacen lo contrario. Si la situación emocional requiere cólera o una postura de rebeldía, también con el mismo sofisticado sentido de la oportunidad. Cuando falta el Agua, el ego no puede usar los sentimientos; son éstos los que usan el ego.
 Simplemente explotan y uno se ve arrastrado por ellos. Manan en bruto y sin pulir. Una persona a la que le falte Aire puede ser muy brillante y las ideas pueden surgir con increíble claridad y creatividad. Pero a menudo falta la capacidad de sentarse tranquilamente y planificar la rutina cotidiana, y a veces falta también la perspectiva. He conocido a mucha gente de Agua que es brillante en el mundo de la informática, pero ellos trabajan con ordenadores “sintiendo” cómo deben hacerlo en vez de comprender lógicamente cómo funcionan. Nunca leen un manual de instrucciones y no podrán explicar el proceso, aunque pueden obtener excelentes resultados. La idea podrá acudir o no, pero cuando lo hace, llega con un poder y una inflexibilidad tales que reflejan su naturaleza arcaica. Lo mismo puede decirse de la falta de Agua. Esto es algo completamente distinto del estado descrito por la lista clínica de características de la psicopatía. Después, cuando ponga ejemplos de cartas, veremos cómo el agua predomina en las cartas de muchos de los grandes psicópatas. De alguna manera, la Luna no funciona. Por alguna razón, algo fue terriblemente mal en el terreno de las reacciones lunares y la capacidad de conectar empáticamente con otro ser humano no existe o está muy dañada. Estilo de vida parasitario Ésta es una característica interesante. Está vinculada al sentido exagerado de la autoestima. La actitud del psicópata es: «¿Por qué tengo que trabajar para vivir como esa gente vulgar, aburrida e inferior? Alguien debería hacerlo por mí puesto que soy especial. Se me debe». Existe un enunciado fundamental según el cual los demás deben proporcionar al psicópata todo lo que quiera y necesite. No hay un sentido de la responsabilidad personal. Parejas, socios, amigos, compañeros de trabajo, deben facilitarle las cosas, pero no porque uno no sea capaz de buscar trabajo, sino porque uno no siente que deba hacerlo—. Uno se siente con derecho a todo. Volvemos aquí a la estructura de personalidad narcisista. No hay un deseo verdadero de alcanzar la autosuficiencia. 
Falta de autocontrol 

Añadimos ahora un grupo de características que están relacionadas entre sí, motivo por el que yo las reúno bajo el rótulo «falta de autocontrol». En este rótulo se incluyen características como el exceso de impulsividad y la incapacidad de tolerar la frustración. Ésta última es muy importante, por ser una función saturnina. Es obvio que Marte está también involucrado en el grupo. Así, la incapacidad para tolerar la frustración significa que, para el psicópata, la rabia se convierte en una forma de vida. Tarde o temprano nos encontramos en el banco, formando parte de una cola interminable, o nuestro tren sale una hora más tarde de lo previsto, o están haciendo obras en la autopista, o el cheque que esperamos con ansia no llega porque se ha declarado una huelga en Correos, o llueve justamente el día que hemos invitado a veinte personas a una barbacoa en nuestro jardín. Es la ley de Murphy: la vida está llena de grandes y pequeñas frustraciones. En general, tendemos a manejar estas situaciones razonablemente bien, apenas mostrando un poco de irritabilidad: «Maldita sea, ¿por qué tenía que llover hoy?». Y luego lo dejamos estar. En mayor o menor medida echamos mano del autocontrol y nos adaptamos a las circunstancias. Pero un psicópata no tolera la frustración. Si otro conductor se cuela y se pone delante de él en la autopista, el psicópata puede mostrar un comportamiento típico de «furia al volante». En vez de dar bocinazos, quejarse a gritos del abuso y después olvidarlo, el psicópata forzará al otro conductor a salirse de la carretera y después le rebanará el pescuezo. No sentirá ningún remordimiento por haber matado a otro ser humano. Se trataba solamente de un gilipollas que se coló y al que el psicópata dio su merecido. Esta rabia desproporcionada en relación a las pequeñas frustraciones de la vida es característica de las reacciones psicopáticas. Es enorme e incontrolable. No hay capacidad de contar hasta diez ni tampoco la de decirse a uno mismo «¿Por qué me molesta tanto? ¿Cuál es el verdadero problema?». Esa incapacidad para tolerar la frustración, combinada con la incapacidad de controlar los impulsos propios, posee implicaciones aterradoras. Podéis ver la estrecha relación entre psicopatía y violencia, así como con el exagerado sentido de autoestima: «¿Por qué debo soportar estas frustraciones?», dice el psicópata. «Yo soy mucho más importante que cualquier otra persona». La gente corriente puede esperar pacientemente en una cola o tolerar la estupidez de otros. ¿Por qué debería someterse a las mismas reglas un ser manifiestamente superior? 

Oyente: Pero ahí está actuando algo mucho más profundo. 

Liz: Sí, hay algo más profundo que está actuando ahí. La inflación narcisista enmascara un sentimiento de completa inutilidad, vaciedad e impotencia. A partir de ahí, cualquier pequeña frustración es un martillazo sobre esos sentimientos terribles de vacío e impotencia. La reacción violenta y asesina es la manera del psicópata de restaurar una ilusoria sensación de poder. Y en ello se involucran temas relacionados con la madre, como en su momento veremos. Incapacidad de establecer relaciones auténticas Esta característica debería ser evidente, dado que todos la hemos visto ya. La personalidad psicopática muestra una penosa incapacidad para establecer relaciones profundas, puesto que para ello es necesaria la capacidad de sentir empatía emocional. Lo que parece ser capacidad de establecer relaciones es en realidad manipulación al efecto de obtener una gratificación narcisista. El psicópata usa el sexo como un medio de manipulación y la promiscuidad forma parte de su estilo de vida, a menos que exista impotencia sexual (lo que tampoco es infrecuente). A menudo hace hincapié en la técnica sexual, pero eso cumple otras finalidades distintas a la de satisfacer física y emocionalmente a su pareja y puede además enmascarar un grave problema sexual. Las «relaciones» de corta duración del psicópata proporcionan a éste poder en vez de satisfacción sexual, dominación en vez de compartir, crueldad en vez de ternura, y adquisición de dinero o información. Para decirlo sencillamente, el psicópata explota sexualmente a los demás. Cuando alguien así se casa —lo que ocurre con frecuencia, sobre todo si hay perspectivas de tener acceso a mucho dinero—, la promiscuidad continúa sin asomo de conciencia o de remordimiento, y a menudo quedan involucrados los hijos del psicópata, ya sean propios o sólo de su pareja. Incapacidad de aceptar la propia responsabilidad Al igual que la falta de remordimiento, esta última característica es extremadamente importante. Va mucho más allá del estilo de vida parasitario, que exige que sean otros quienes le mantengan. El psicópata, cuando es acusado de tal comportamiento, echará siempre la culpa a cualquier otro. La capacidad de decir «Yo he elegido cometer este acto y debo aceptar las consecuencias de ello» parece ser inexistente. «El propio paciente tiende tanto a no ser consciente de su comportamiento como a negarlo». Si de todas formas el comportamiento llega a ser reconocido, su origen es siempre exterior. Dado que muchos psicópatas son extremadamente inteligentes, tienen las suficientes nociones de psicología para presentar de forma convincente su caso, atribuyendo su comportamiento al abuso de los padres o a enfermedades sociales; y ante un tribunal o en la consulta de un terapeuta puede ser una comedia muy efectiva. Nosotros mismos podemos confabularnos con el psicópata, porque también queremos creer que las tendencias destructivas de la persona son causadas siempre por factores «externos» en vez de otras que se ubican en su corazón y en su alma. En los últimos tiempos parecemos haber desarrollado una sociedad en la que cada uno busca culpar a factores externos de la propia violencia y crueldad, así como de las desgracias que le ocurren. Si somos lo bastante estúpidos como para conducir con una taza de café caliente en nuestro regazo y éste se derrama y nos quema, preferimos demandar a McDonald’s en vez de decir: «Qué estupidez he hecho». Hemos acabado obsesionándonos con las demandas, las compensaciones económicas por cada persona enferma y con cazas de brujas para encontrar a alguien a quien culpar de cada desastre que se abate sobre nosotros, aunque sea evidente que la causa haya sido nuestra propia idiotez. Alentamos una actitud mental de no aceptar la responsabilidad de nuestros propios errores. Esta actitud es muy útil al psicópata, que no hace más que expresar la opinión general cuando dice que no es culpa suya. El psicópata descarga agresivamente su responsabilidad en los demás, lo cual es una de las razones por las cuales es virtualmente imposible realizar un trabajo terapéutico con el psicópata. Cualquier proceso terapéutico eficaz depende de que el paciente asuma su responsabilidad. Tiene que existir un punto en que éste diga: «He contribuido a mi propia desgracia. Pude elegir libremente y elegí mal. Soy parte de la ecuación, consciente o inconscientemente, aunque hayan intervenido otras personas». El psicópata nunca llega a este punto. Culpará a la sociedad, a la policía, al gobierno, al sistema educativo, a su familia, a los ricos, a los pobres, a los cristianos, a los judíos, a los musulmanes, a los orientales, blancos, negros, inmigrantes, homosexuales, fumadores, laboratorios farmacéuticos, revistas de moda… Cualquier cosa que tenga a mano. Como la longitud de la falda, la percepción colectiva de las enfermedades sociales va variando según la moda; y el psicópata es normalmente lo bastante listo como para seleccionar un grupo, ley, hábito o ideología determinados que le sirvan de chivo expiatorio. Por favor, ¿puede ponerse en pie el verdadero psicópata? Acabamos de describir todos los elementos de la lista, que proporcionan una perspectiva sencilla pero suficientemente amplia del cuadro clínico de la psicopatía. Aunque he sugerido que pueden existir otros elementos más profundos en acción, no influyen realmente en este cuadro clínico. No obstante, mientras vamos avanzando en nuestra investigación sí podemos ir realizando nuestras propias deducciones, tanto de tipo astrológico como psicológico. Como hemos visto, el Sol, Saturno y Marte son obviamente importantes, y trataremos de ellos más adelante; pero la Luna es de una importancia crucial dado que muchos de los temas ligados a la psicopatía se conectan también con la incapacidad de establecer relaciones y la ausencia de empatía. Si pensamos en términos de problemas de desarrollo y buscamos en la carta cualquier factor que indique que una determinada reacción al sufrimiento en la infancia puede arrastrar a la psicopatía más que otras reacciones, debemos mantener nuestra vista fijada en la Luna. Cualesquiera que sean las conclusiones a las que lleguemos tras examinar la carta, nos encontraremos siempre con una mezcla de personalidad inherente y entorno. Eso es lo normal en todos los patrones psicológicos. Cualquiera que sea la naturaleza del sufrimiento o patología personales, la carta, que describe el carácter innato, interactúa siempre con el entorno, tanto familiar como social. ¿El psicópata nace o se hace? Quizá ambas respuestas sean correctas. Y si lo son ambas, es necesaria cierta influencia del entorno combinada con cierto tipo de carácter. El temperamento puede ser similar al de muchas otras personas que no muestran un comportamiento psicopático. Pero si ese temperamento se mezcla con el tipo adecuado de ambiente social y familiar, la mezcla resultante puede producir eso que llamamos psicopatía. Puede existir también un componente genético. ¿Pero qué significa esto? ¿Qué significa “predisposición genética”? ¿Es fisiológica o psicológica? Y si es psicológica, ¿por qué la investigación actual se centra únicamente en la dimensión fisiológica de la herencia genética? Como astrólogos, no sabemos aún si las configuraciones astrológicas que asociamos con el temperamento innato describen también la herencia genética de tipo psicológico; si bien, dada la forma en que se repiten los patrones astrológicos en las familias, es muy probable que sea así. 
Oyente: ¿El comportamiento psicopático incluye siempre todos los factores de la lista o bastan tres o cuatro de ellos para considerar el comportamiento como psicopático?
Liz: Todos los factores de la lista están presentes en la psicopatía. Es muy probable que exista al menos uno, si no más, de esos factores en nuestra naturaleza, pero es el cuadro completo el que revela la existencia de la psicopatía. Hay una característica que no he incluido, pero que también es habitual en el cuadro clínico: incumplimiento frecuente de la ley, o actividad criminal violenta. No la he incluido porque, aunque es común en el comportamiento psicopático, no es inevitable. De lo contrario, cada una de las características estará presente en mayor o menor grado. Obviamente debemos ser cuidadosos con este cuadro clínico. El que alguien carezca de autocontrol, o tolere mal la frustración, o tienda a vivir de los demás, o no muestre empatía con ciertas clases de personas, no significa que ese alguien sea un psicópata. Cientos de personas con un fogoso Marte en aspecto con Urano no pueden tolerar la frustración y montones de gente con aspectos difíciles Sol-Neptuno, han adoptado un estilo de vida parasitario, a personas con aspectos Mercurio-Júpiter les cuesta concentrarse, o las personas con aspectos Venus-Saturno pueden ser muy selectivos en cuanto a mostrar empatía. Estos aspectos describen simplemente cualidades del carácter que pueden expresarse a diferentes niveles, tanto positiva como negativamente. En sí mismos no son indicadores de psicopatía. El cuadro clínico se basa en experiencias de terapeutas y psiquiatras que han trabajado con psicópatas durante un período largo de tiempo, período en el cual la personalidad psicopática se puso de manifiesto. Tal como he dicho, muchas personas, si no todas, muestran alguna de las características de la lista. ¿Podemos afirmar, por lo tanto, que alguien puede ser «parcialmente psicópata»? Al leer las descripciones clínicas, podría parecer como si existiera una criatura llamada «psicópata» que es diferente al resto del mundo porque muestra todos los componentes de la lista, mientras que los demás somos «normales». ¿Alguien se atrevería a afirmar hoy que nunca ha mostrado ninguna de las características de la lista? Psicopatía y personalidad infantil.
Oyente: Un niño puede mostrar todos esos rasgos en caliente. En una situación difícil, los niños mienten con todo descaro. Pegan a los demás y luego dicen: «Es culpa tuya y no me arrepiento de haberte pegado».
Liz: Muchas, si no todas, de las características de la lista pueden describir una personalidad infantil. Incluso la promiscuidad tiene un equivalente infantil en lo que Freud llamó «pervertido polimorfo» (receptividad al placer sexual cualquiera que sea su origen). Pero cuando la personalidad se mantiene en el estadio infantil mientras el cuerpo madura, se anuncia algo bastante siniestro. La diferencia más importante, que exploraremos con mayor profundidad más tarde, subyace en el deseo de destrucción del psicópata, frío y sin ningún tipo de emoción. Los niños, cuando se vuelven destructivos, lo hacen acaloradamente. Se enrabian y quieren matar a su hermanito porque Papá le quiere más, o quieren hacer daño a Mamá porque no les va a dar una porción extra de helado. Las emociones son ciertamente violentas y a menudo crueles; y a veces el comportamiento también lo es. Pero la gélida falta de emoción del psicópata refleja una mentalidad de un niño, sino la de un predador. 
Oyente: Soy profesor de primaria y sé que he dado clase a niños psicópatas, a uno de los cuales le causa placer romper cosas fríamente. Asusta estar cerca de él. 
Liz: En este momento, como he mencionado, hemos de aguantar que se suelte a los dos niños que asesinaron a sangre fría a Jamie Bulger. Estamos mirando de frente algo que no queremos mirar. Esto supone una afirmación acerca de todos nosotros y del mundo que estamos creando, y preferiríamos o bien mirar a otra parte o recurrir a respuestas emocionalmente violentas que en nada ayudan. Como he dicho, todas las características de la lista describen elementos que pueden aparecer en cualquier persona. Y muchas de ellas son típicas del comportamiento infantil cuando el niño está bajo estrés.
Oyente: Otra cosa acerca de los niños: aquellos que muestran el comportamiento más difícil resultan ser criados por personas que no creen que el niño sea malo. La madre se siente culpable, de forma que al niño se le permite todo y no se le aplica ningún tipo de disciplina. La madre cree que ella es la mala y no el niño.
Liz: Más adelante examinaremos con más detalle este punto. Quizá entonces quieras plantear estas cuestiones. Ahora quisiera empezar a explorar la carta natal en relación a la psicopatía y trabajar con algunos ejemplos de cartas. Cuando examinemos los temas de los vínculos y de la actitud de la madre respecto del niño, vamos a ver cómo surgen algunos patrones interesantes. Como he dicho antes, la Luna parece jugar un papel crucial en las cartas de los psicópatas. Esto se conecta con la falta de empatía y la incapacidad de relacionarse con los demás. Mucha gente es capaz de disociarse de sus sentimientos, pero eso no les convierte en psicópatas por mucho que la disociación sea una característica fundamental de la psicopatía. Quizá sea una cuestión de grado, así como la cuestión de si uno puede «reasociarse» tras la disociación o si, por el contrario, estamos ante un estado permanente de disociación, lo cual sería el caso de la psicopatía. Los estudios clínicos indican que parecen existir dos desencadenantes que provocan la disociación: el miedo a ser devorado y el miedo al abandono. Ambas cuestiones son propias del territorio lunar y quisiera que recordéis esto cuando empecemos a explorar los cuadros astrológicos.
Edición para Kindle en 2015 por CPA Press. 
EL LADO OSCURO DEL ALMA 
La psicopatología en el horóscopo
Traducción: Luis F. González Serra