miércoles, 21 de agosto de 2013

El psicópata según Vicente Garrido. Descripción. Rasgos.

El libro de Vicente Garrido, (Doctor en Psicología y Diplomado en Criminología) “El Psicópata”, editorial Algar, expone de manera rigurosa las claves para reconocer los casos de psicopatía con los que podemos encontrarnos y así poder evitar, en lo posible, los seguros daños morales y materiales a los que podamos enfrentarnos. Se cree que el número de psicópatas está entre el 1 y el 2 % de la población. Suficiente abundancia para que todos en el transcurso de la vida nos crucemos con alguno.

Lo que sigue es una recopilación de los aspectos más interesantes:

Cleckley describió al psicópata del siguiente modo:

El psicópata muestra la más absoluta indiferencia ante los valores personales, y es incapaz de comprender cualquier asunto relacionado con ellos. No es capaz de interesarse lo mas mínimo en cuestiones que han sido abordadas por la literatura o el arte, tales como la tragedia, la alegría o el esfuerzo de la humanidad en progresar. También le tiene sin cuidado todo esto en la vida diaria. La belleza y la fealdad, excepto en un sentido muy superficial, la bondad, la maldad, el amor, el horror y el humor no tienen un sentido real, no constituyen ninguna motivación para él. También es incapaz de apreciar que es lo que motiva a otras personas. Es como si fuera ciego a los colores, a pesar de su aguda inteligencia, para estos aspectos de la existencia humana. Por otra parte, es inútil explicarle dichos aspectos, ya que no hay nada en su conocimiento que le permita cubrir esa laguna con el auxilio de la comparación. Puede, eso si, repetir las palabras y decir que lo comprende, pero no hay ningun modo para que se percate de que realmente no lo comprende”.

Del canadiense Robert Hare:

Conjuntamente, este sujeto nos presenta una imagen de una persona preocupada por sí misma, cruel y sin remordimientos, con una carencia profunda de empatía y de la capacidad para formar relaciones cálidas con los demás, una persona que se comporta sin las restricciones que impone la conciencia. Lo que destaca en él es que están ausentes las cualidades esenciales que permiten a los seres humanos vivir en sociedad”.

Sobre la terminología

En ocasiones, los profesionales y el aficionado emplean la expresión «sociópata» en vez de la de psicópata. Esta expresión se puso de moda en los años 60 y 70, porque pretendía poner de relieve el origen social de este cuadro, es decir, que había unas causas en nuestro modo de funcionar en sociedad que eran las responsables últimas del fenómeno. Hoy en día apenas se emplea, pero, a partir de 1968, la Sociedad Americana de Psiquiatría introdujo el concepto de «personalidad antisocial» para definir al psicópata, dentro de los trastornos de personalidad. Y las sucesivas ediciones del Manual Diagnosticoy Estadistico de los Desordenes Mentales (1980,1987 y 1994), un tratado al que recurren los profesionales para diagnosticar los trastornos psiquicos y de la conducta, no han hecho sino continuar esta línea, prescindiendo del termino psicópata y sustituyéndolo por el trastorno de personalidad antisocial.
En todo ello hay una gran confusión. Si bien la edición de 1968 aun describía algunos de los aspectos esenciales de la personalidad psicopática (lo que llevo al mismo Cleckley a aprobar ese término en su última edición de La Máscara de la Cordura, 1976), las ediciones posteriores claramente forzaban a que el diagnóstico se basara en una serie de conductas antisociales, actos delictivos, rehuyendo la mayoría de los rasgos de personalidad que han definido la psicopatía desde siempre, y que tan bien describió Cleckley ya en 1941.

RASGOS DE LA PSICOPATÍA

La investigación revela que la psicopatía se compone de dos tipos de constelaciones de rasgos (o dimensiones). La primera incluye el área emocional o interpersonal, es decir, todos aquellos atributos personales que hacen que el sujeto se desentienda de su componente más básicamente humano, o lo que es lo mismo, su capacidad para tratar bondadosamente a los otros, su capacidad de sentir pena o arrepentimiento y su potencial para vincularse de una manera realmente significativa (o «sentida») con sus semejantes. El sujeto con estas carencias es alguien profundamente egocéntrico, manipulador, mentiroso y cruel. La segunda constelación de rasgos remite a un estilo de vida antisocial, agresivo, donde lo importante es sentir tensión, excitación, sin mas horizonte que el actuar impulsivo y dictado por el capricho o los arrebatos. La persona resultante se comporta de modo absurdo, sin que parezca obtener nada valioso de sus actos, con poco autocontrol y ninguna meta que «parezca lógica» a la vista.

Área emocional/interpersonal

Locuacidad y encanto superficial

Los psicópatas suelen ser locuaces, expresarse con encanto, tener respuestas vivaces y presentar historias muy improbables, pero convincentes, que les deja a ellos en un buen lugar. Sin embargo, el observador atento ve que es muy superficial e insincero, como si estuviera leyendo mecánicamente un texto.
Habla de cosas atractivas para las que no tiene preparación, como poesía, literatura, sociología o filosofía. Es destacable que no le importe gran cosa el que se evidencie que sus historias son falsas, algo que no siempre es fácil de lograr, dado el desparpajo y la inventiva con que emprenden sus relatos.
Dionisio Rodriguez Martín (el Dioni) se hizo un ladrón muy celebre cuando, en julio de 1989, robó el furgón blindado de la compañía de seguridad en la que trabajaba y se escapó a Brasil con un botín cercano a los 320 millones de pesetas. Uno de los cronistas de esta historia, describía así al Dioni: «De todo lo que ha contado el Dioni a quien ha querido o ha tenido que escucharle sólo hay una afirmación que puede ser considerada absolutamente verdadera: le gusta Julio Iglesias. Lo demás no hay por donde cogerlo: una mezcla constante de medias verdades y falsedades totales. Si alguien intentara relatar los hechos en los que intervino sobre la base de lo que él confiesa, acabaría paralizado por la perplejidad». Los que le conocieron hablan de su gran don de gentes, su innata capacidad de suscitar simpatía y confianza, algo que debió de serle de mucha utilidad cuando, cumplida la condena de cuatro años, emprendió (sin mucho éxito) su carrera de cantante y escritor.

Egocentrismo y grandioso sentido de la propia valía

El psicópata tiene una autoestima muy elevada, un gran narcisismo, un egocentrismo descomunal y una sensación omnipresente de que todo le es permitido. Es decir, se siente el «centro del universo», y cree que es un ser superior que debe regirse por sus propias normas. Se comprende que con esta percepción de sí mismo aparezca ante el observador como alguien sumamente arrogante, dominante y muy seguro en todo lo que dice. Es claro que busca poder controlar a los demás, y parece incapaz de comprender que otras personas tengan opiniones diferentes a las suyas.
Enfrascados en ese mundo de superioridad, rara vez se preocupan de los problemas (financieros, legales o personales) que puedan tener, sino que son «dificultades temporales» producto de la mala suerte o de las malas artes de terceros.
Alguien así no necesita tampoco embarcarse en metas realistas a largo plazo y, cuando plantean un objetivo de futuro, pronto se ve que no tienen las cualidades necesarias para alcanzarlo ni saben en realidad que hay que hacer para ponerse manos a la obra. En realidad, creen que sus capacidades les permitirán lograr cualquier cosa.
Un egocentrismo y un sentimiento de ser el «numero uno» apareció con mucha nitidez en la psicología de Jean Louis Camerini, cerebro de la banda del secuestro de la niña Melodi, hija del financiero Nakachian y de la cantante Kimera. Se trata de un hecho que captó todo el interés del público en el mes de noviembre de 1987. Antes de que perpetrara con su banda el secuestro, Camerini se había escapado de la prisión de Toulouse, Francia, y, para celebrarlo, envió un mensaje al director de la cárcel dando recuerdos a todos sus colegas. Al mensaje adjuntaba una foto de sí mismo junto a una réplica de la estatua de la libertad. Y cuando fracasó su intento de cobrar el rescate por la niña Melodic (que fue liberada por los GEOS), llamó por teléfono desde Madrid al comisario de Estepona (Málaga) para advertirle que «la próxima vez no fallaría». Felizmente para todos, Camerini fue capturado poco tiempo después.

Falta de remordimientos o de sentimientos de culpa

No experimentan ninguna preocupación por los efectos de sus actos en los demás y, en ocasiones, lo manifiestan claramente. Cuando aseguran que «lo sienten» no es mas que por dar una buena imagen; sus palabras anteriores y posteriores y sus hechos suelen contradecir ese arrepentimiento. Junto a esto, encuentran todo tipo de excusas para explicar los desmanes que cometieron y, en muchas ocasiones, niegan en absoluto que ellos fueran los responsables o que tales acontecimientos que se imputan existieron en realidad.
Pocos asesinos psicópatas han expresado tan claramente la imposibilidad de sentir culpa como Perry Smith quien, junto a Richard Hickock, mataron «a sangre fría» a toda un familia en 1959 en una ciudad rural americana para robarles unos pocos dolares. El libro A sangre fria, de Truman Capote, recogió en una prosa extraordinaria este rasgo particularmente temible del psicópata. Perry habla con un amigo suyo que le visita en la cárcel antes del juicio:

¿Que si lo siento? (…) No siento nada en absoluto. Y quisiera que no fuera así. Pero nada de aquello me causa preocupación. Media hora después, Richard me contaba chistes y yo me reía a carcajadas. Quizá no seamos humanos. Yo soy lo bastante humano para sentir lástima de mi mismo. Me apena no poder largarme de aquí cuando tu te vayas. Pero nada más.

De forma irónica muchos psicópatas se ven a si mismos como las victimas reales de la situación, ya sea debido a su infancia problemática o a otras circunstancias de su vida. Un ejemplo extremo es el de Kenneth Taylor, un dentista norteamericano que golpeó a su mujer en la luna de miel, se aprovechó de ella durante su matrimonio, para acabar asesinándola más tarde. En el libro que Peter Maas escribió sobre él, Taylor dijo:

«La amaba profundamente. La echo mucho de menos. Lo que sucedió fue una tragedia. He perdido a mi mejor amante y amiga (…) ¿Es que nadie es capaz de comprender por lo que estoy pasando?».

Falta de empatía

La falta de empatía es una de las grandes avenidas hacia el crimen y la violencia. El psicópata no puede ponerse en el lugar de los demás, salvo en un sentido puramente intelectual; no puede entender qué es lo que sienten los demás ante las experiencias de la vida. En una ocasión en la que estaba entrevistando a un joven que había herido muy gravemente a un trabajador para robarle, le pregunté por las cosas que estaba pensando y sintiendo inmediatamente antes de realizar el delito. Después de varias explicaciones, terminó contestándome: «corazón duro». Es decir, no podía sentir nada si tenía que ser capaz de cometer el asalto. Este chico necesitaba bloquear el sentimiento natural de preocuparse por el otro, pero los psicópatas no precisan de este esfuerzo ya que, simplemente, no poseen esta habilidad. De ahí que su falta de interés ante el sufrimiento y los derechos de los demás sea algo generalizado, aplicable tanto a su familia como a personas extrañas. Esto hace que, si mantienen lazos con algunas personas, sea por puro interés, no por sentir algo profundo hacia ellas; son, en realidad, como posesiones que tienen, seres que tienen la misión de proveerles de sus necesidades sin que hayan de recibir nada a cambio.
Debido a su incapacidad para apreciar los sentimientos de los otros, algunos psicópatas realizan actos de extrema crueldad, crímenes execrables y que desconciertan por su gratuidad y sadismo.
Pero es importante recalcar que la mayoría de los psicópatas no cometen ese tipo de actos. Su conducta perjudica gravemente a quienes les rodean, desde luego, pero el daño se produce merced a su forma manipuladora y agresiva de manejar a los demás, su desconsideración hacia las necesidades ajenas y su modo de tomar cualquier ventaja que se le presente por encima de cualquier otra consideración.

Mentiroso y manipulador

Mentir, engañar y manipular son talentos naturales para el psicópata. Cuando se demuestra su engaño no siente apuro alguno; simplemente cambia su historia o retuerce un conjunto de oraciones contradictorias y un oyente completamente confuso.
En buena medida, las mentiras no pretenden ningun objetivo concreto, sólo demostrar su habilidad para engañar. La gente suele creer, cuando escucha al psicópata, que éste no se da cuenta de sus mentiras y, en ocasiones, duda de su estado mental. Pero, muy frecuentemente, el interlocutor resulta «cazado» por la historia que aquél le presenta. La convicción con la que cuenta su historia se acompaña de la creencia de que el mundo se encuentra dividido en dos bandos: los que ganan y los que pierden, de tal modo que se le antoja absurdo no aprovecharse de las debilidades ajenas. En muchas ocasiones, desarrolla una buena capacidad para determinar cuáles son los puntos débiles de aquellos con los que se relaciona. Algunas de sus triquiñuelas están bien elaboradas, mientras que otras son bastante evidentes. Pero cualquiera que sea la que ponga en práctica, siempre emplea un estilo frío y desvergonzado.
Estas características le hacen especialmente apto para perpetrar fraudes, estafas y suplantaciones de personalidad. Si están en prisión, saben como convencer a las autoridades de que se están rehabilitando; para ello se apuntan a clases, exhiben una «profunda» religiosidad y participan en numerosos programas orientados a que se les clasifique cuanto antes en regímenes próximos a la libertad condicional, o en esta misma circunstancia.
Antonio Mantovani, de 42 años, conmocionó a toda Italia cuando la policía descubrió que era el responsable de la muerte de tres mujeres a las que asesinó mientras disfrutaba de permisos penitenciarios. En septiembre de 1996, el psiquiatra de la cárcel de Opera (Milan) lo consideró maduro para disfrutar del regimen abierto por motivos de «atenuación del juicio de peligrosidad social». Anteriormente había asesinado a la mujer de un amigo, condena que estaba cumpliendo desde 1983. Cuatro mujeres asesinadas... por no haber sabido valorar lo que se escondía detrás del comportamiento «ejemplar» del camaleón.

Emociones superficiales

Los psicópatas parecen poseer una incapacidad manifiesta para sentir de modo profundo el completo rango de emociones humanas. En ocasiones, junto a una apariencia fría y distante, manifiestan episodios dramáticos de afectividad, que no son sino pequeñas exhibiciones de falsa emotividad. Cuando aseguran que sienten emociones, son incapaces de describir las diferencias sutiles existentes entre diversos estados afectivos. Como comenta un personaje de una prision de máxima seguridad en la película de John Woo «Cara a cara» (Faces off), obligado a ver continuamente en una pantalla gigante imagenes evocadoras de la naturaleza: «Parece que quieran que tengamos emociones».
Esta ausencia de afectividad manifiesta llevo a los psicólogos Johns y Quay a decir que el psicópata «conoce las palabras, pero no la música», es decir, puede hablar como si estuviera teniendo una emoción, pero, en realidad, no la está experimentando, habla «de oídas». Es como si sólo tuviera «proto-emociones»: respuestas primitivas dadas ante necesidades inmediatas. Investigaciones experimentales desarrolladas en el laboratorio revelan que el psicópata no muestra las respuestas psicofisiológicas asociadas con el miedo o la ansiedad. Se trata de un déficit importante, ya que las personas sin esta condición son capaces de aprender a inhibir determinadas conductas (por ejemplo, antisociales) por miedo a sufrir algún tipo de castigo. Éste es uno de los modos en que, cuando somos niños, aprendemos a reconocer cuáles actos son inadecuados, al tiempo que obtenemos recompensas por los actos que nuestros padres nos señalan como correctos. En ambos casos, es el conocimiento de las emociones que están asociadas a las conductas lo que nos impele a actuar: emociones negativas en el caso de conductas prohibidas («si hago esto luego seré castigado») y emociones negativas y positivas en el caso de las conductas aprobadas («si no hago esto, se enfadarán conmigo, pero si lo hago se sentirán orgullosos de mí»). Nada de esto ocurre con los psicópatas; actúan, quizás, sabiendo las consecuencias, pero sin que les importen.
La ansiedad y el miedo son para nosotros estados afectivos con claros componentes corporales. Tenemos «el estomago en la garganta», o «sudamos a mares» por la tensión. Por supuesto, los psicópatas pueden tener sensaciones corporales, quizás en momentos de gran excitación ante algo atractivo, pero su activación es mucho menos rica e intensa. Y, en el caso de la ansiedad, su experiencia es más que nada cognitiva, desprovista de la carga afectiva que caracteriza precisamente ese estado emocional.

Aspectos del estilo de vida

Impulsividad

El camaleón no suele pensar en los pros y los contras de una decisión, ni en las posibles consecuencias: simplemente actúa. Gary Gilmore fue condenado por un doble asesinato, y alcanzó notoriedad porque fue el primer ejecutado en los Estados Unidos en un periodo de 10 años. Cuando se le preguntó si hubiera matado a más personas si no hubiese sido atrapado la noche en que cometió los asesinatos, contestó: 

«Hasta que me hubieran atrapado o matado... No era capaz de pensar; no estaba planeando nada, sólo estaba actuando. Fue una maldita mala suerte para esos chicos [los asesinados] (…) Estoy diciendo que los asesinatos surgieron de la rabia. La rabia no es razonable. Los asesinatos no tuvieron ninguna razón. No trate de comprender el asesinato mediante la razón».

La impulsividad no es tanto una muestra del temperamento del psicópata como de su deseo permanente de alcanzar la satisfacción inmediata. Es como un adulto que no ha sido capaz de niño de aprender a demorar la gratificación; no modifica sus deseos cuando las circunstancias lo exigen, y no toma en consideración los deseos de los demás.
El resultado de todo ello es que muchas conductas que lleva a cabo se suceden sin ninguna explicación o expectativa de que vayan a ocurrir; puede abandonar de súbito el trabajo, o golpear a alguien, o marcharse de casa. Sólo por lo que parece el capricho de un instante.

Deficiente control de la conducta

Además de actuar sin pensar, el psicópata es extraordinariamente reactivo a lo que él considera que son las provocaciones o los insultos, actuando con violencia física o verbal. No posee esa capacidad que tenemos los demás de controlarnos, de inhibirnos frente a los deseos que podamos tener de agredir a alguien. Simplemente, pasa a la acción; su respuesta es también muy violenta cuando ha de enfrentarse a los reveses y frustraciones que inevitablemente aparecen, y tolera mal las críticas o los intentos de que cumpla con la disciplina de algún lugar, ya sea un centro correccional, una escuela o una empresa. Se enoja muchas veces por trivialidades, y en un contexto que es claramente inapropiado tal y como los demás lo perciben. Sin embargo, los arrebatos de cólera no suelen ser duraderos; al poco, actúa como si nada hubiera pasado. De hecho, estos arrebatos no suelen tener la carga emocional que les caracteriza, sino que suceden de un modo mas frío y controlado. Ven la respuesta agresiva como un modo natural de revolverse ante una provocación y, a pesar de que puedan herir o maltratar psicológicamente a alguien con gran intensidad, no reconocerán que tienen dificultades para controlar su temperamento.
Un ejemplo particularmente dramático de esta falta de control ocurrió en febrero de 1994 en Madrid. Una noche Carlos Herrero, obrero del metal de 61 años, y su mujer salieron a cenar y tomar unos vinos. La pareja se dirigía a su coche caminando por la calle Almendro. Cuando estaban a la altura del numero 10...

...dos individuos se acercaron a la carrera por sus espaldas y les propinaron varios empujones y golpes, hasta que lograron tirarles al suelo. Uno de los delincuentes le arrebató a la mujer su bolso, mientras que el otro comenzó a golpear a Carlos, que ni siquiera pudo hacer ademán de repeler la agresión.
Cuando los tironeros ya se habían apoderado de su botin, se ensañaron con el obrero metalúrgico. Mientras estaba tendido en el suelo, sin posibilidad de defensa alguna, los delincuentes le patearon hasta que comprobaron que ya no se movía. Estaba muerto, con la cabeza destrozada. Su esposa, a unos metros del cadáver, gritaba implorando piedad a los criminales y pidiendo desesperadamente auxilio.

Los ladrones no tuvieron ninguna razón para matar a este hombre. Este ni siquiera pudo darse cuenta de lo que pasó. No suponía ninguna amenaza ni para ellos ni para su botín. La agresividad de sus verdugos se alimentó de su propio frenesí. Sin control alguno, sin misericordia.

Necesidad de excitación continuada

Hay, entre los psicópatas, un hambre desmesurada por vivir nuevas sensaciones, por llenar el sistema nervioso de acontecimientos que les lleven al vértigo. Por ello es tan frecuente el consumo de drogas y alcohol, o el cambio constante de trabajo o de lugar de residencia. Pero, de entre todas estas ocupaciones, sin duda, la violencia y el crimen son las actividades que producen más dividendos para la vida al límite.
Este aburrimiento, como causa de un estilo de vida criminal, puede hallarse de modo muy nítido en el comentario que realizó un delincuente sexual reincidente, explicando por qué volvió de nuevo a delinquir.

Al principio me esforzaba por realizar las actividades que me enseñaron en la terapia. Era duro, pero sabía las cosas que tenía que hacer... Con el tiempo, echaba de menos las sensaciones que vivía cuando me preparaba para cometer una agresión; anhelaba recordar esos buenos momentos... Era muy aburrido seguir el plan terapéutico. Quería a toda costa volver a experimentar todo lo que vivía cuando cometía una violación.

Se comprenderá lo difícil que resulta participar en una vida normal y rutinaria, en un trabajo que requiera concentración, unas pautas definidas. Lo cierto es que, a pesar de que existen trabajos que suponen aventuras y riesgo, son muy pocos comparados con los que resultan, por su poca excitación, intolerables para el psicópata. Esto es una desgracia para ellos y para nosotros, como futuras victimas.
Se discute con frecuencia si los psicópatas pueden ser personas idoneas para formar parte de grupos terroristas o para ser empleados como espías. Estamos seguros de que entre estas ocupaciones debe de haber sujetos con claras tendencias psicopáticas, especialmente si atendemos a la extraordinaria crueldad y futilidad de muchos de los actos perpetrados por estos últimos. Pero, ciertamente, un psicópata puro no está bien cualificado para la espera paciente y la astucia planificada, algo necesario en una organización criminal que persigue objetivos a largo plazo. La impulsividad, el vivir al limite y la asocialidad de estos sujetos no encaja bien con la sumisión y el recibir órdenes.

Falta de responsabilidad

Un psicópata puede decir que se preocupa de sus hijos, de su mujer, de sus empleados o de sus amigos, pero rara vez hallamos pruebas de esto. La razón es que las personas a su cargo son, en general, meros inconvenientes para su estilo de vida. Contrariamente a los esposos y padres responsables, la familia es, en el mejor de los casos, un lugar de descanso donde reponer fuerzas después de un periodo especialmente agitado. En el peor, un mero instrumento para obtener dinero o comodidades, sin que sea raro que las deudas se acumulen y acaben consumiendo el patrimonio familiar.
Por qué, entonces —podemos preguntar— se casa una persona así, por qué decide tener una familia?. Las razones varían, desde luego, pero, en general, la respuesta es que, cuando decidió casarse o tener hijos, en aquellos momentos era algo que servía a sus fines inmediatos, acerca de lo cual no adquirió ningún tipo de responsabilidad. Por ejemplo, casarse puede ser algo muy útil si uno quiere vivir del patrimonio de su esposa, o si se quiere disponer de una buena imagen para medrar en un determinado ambiente. Del mismo modo, los hijos pueden ser el resultado de unas relaciones sexuales sin que haya un deseo ulterior de hacerse cargo de ellos.
Sencillamente, a los psicópatas les trae sin cuidado las consecuencias negativas de sus actos en los demás. Así, conducen de modo temerario. O se juegan todo el dinero en una noche, o no toman ninguna precaución para no contagiar a sus parejas, a pesar de conocer que poseen el virus del sida.
Esta falta de responsabilidad se extiende a los compromisos adquiridos con el sistema de justicia. Los permisos penitenciarios, la libertad condicional, y otras formas de medidas penitenciarias que implican cumplir con una serie de reglas, son oportunidades para fugarse o cometer nuevos delitos. Un ejemplo notable fue Antonio Anglés, el cual, fugado al disfrutar un permiso, asesinó junto con Miguel Ricart a tres jóvenes de Alcasser.
Determinados jóvenes pueden percibir sus obligaciones de hijos como algo muy desagradable. En Benijófar, Alicante, un adolescente mató a sus padres a sangre fría para librarse de injerencias que el juzgó abusivas.

Problemas precoces de conducta

Muchos psicópatas empiezan su carrera de abusos en la infancia. Es fácil ver en ellos conductas habituales de mentir, engañar, originar incendios, tomar drogas y alcohol, vandalismo, violencia hacia sus compañeros, una sexualidad precoz y fugas del hogar y de la escuela.
Por supuesto, los criminólogos saben que esas acciones son habituales, de forma aislada, en muchos jóvenes, y de modo mas intenso en niños que han crecido en ambientes negativos o con padres, a su vez, que les han maltratado. Los niños que luego serán psicópatas, sin embargo, exhiben estos signos precoces de destrucción de modo mas persistente y violento, y acompañan estas hazañas sin que parezca que haya pena o lamento alguno cuando son enfrentados a los hechos. No obstante, aparecen con mayor claridad, por efecto de contraste, las tendencias psicopáticas en aquellos niños que proceden de buenos ambientes. Cuyas condiciones de vida difícilmente parecen suscitar tales comportamientos.
Sorprende en la niñez de estos chicos su percepción positiva de actos crueles hacia otros niños o animales. Esta capacidad de sentir satisfacción a partir de emociones negativas —el sufrimiento de los otros— hace que sus actos parezcan sorprendentes ante aquellas personas que no les conocen bien. «Me parece increíble que pudiera hacer una cosa así», se puede escuchar frecuentemente en boca de atónitos conocidos y vecinos de un psicópata que acaba de ser identificado por la justicia. Pero no es algo que haya surgido de la nada; quizás el paso al acto, la comisión de un crimen violento, no se produce hasta bien entrada la madurez del sujeto, pero su personalidad, sin embargo, estaba ya conteniendo desde edades tempranas, la semilla de esa capacidad destructiva. Que surja la violencia en la preadolescencia o la juventud, o bien se demore hasta los años adultos, es algo que, probablemente, tenga mucho que ver con el ambiente donde se lleve a cabo su socialización. Ambientes criminógenos estimularán, con toda probabilidad, desde los diez o doce años, actos antisociales y un claro desafío a las normas, por el contrario, en medios sociales más benévolos la manipulación y la violencia pueden tardar en hacerse más obvios, y no suponer una violación tan flagrante de las leyes.
En todo caso, es muy probable que los sujetos que exhiban de modo intenso este componente de comportamiento de la psicopatía causen auténticos estragos en la relación con los demás, conduciendo a la miseria a muchas personas (padres, hermanos, novias) que se interesan por él.

Conducta antisocial adulta

Como se ha comentado en otros lugares, los psicópatas no tienen por qué ser delincuentes, si bien es muy probable que sean responsables de muchos actos colindantes con el delito, o inclusive de actos que constituyen delitos, sólo que son acciones —engaños a Hacienda, pequeños devaneos con el tráfico de droga, graves infracciones del código de circulación, etcétera— que, normalmente, quedan sin descubrir o sancionar. A esta lista podríamos añadir el abuso físico y psicólogico contra mujeres y niños, lo que, desgraciadamente, sigue siendo algo difícil de controlar en nuestra sociedad.
Pero no cabe duda de que, si existe una «personalidad criminal», ésta se encuentra en los rasgos de la psicopatía. Nadie como él está tan capacitado para quebrar las leyes, para ser violento por el solo prurito de lograr el control de la situación, para engañar sin que importen las consecuencias. Cuando son delincuentes, son muy versátiles y, en muchas ocasiones, no se detienen ante el hecho de estar en prisión, sino que, en el centro penitenciario, siguen extorsionando o agrediendo, tratando de obtener ventajas de cualquier situación.
Los psicópatas son los mejor preparados para acometer las empresas criminales mas absurdas, sin ganancia aparente. También los más cualificados para ser gratuitamente violentos. Pero no todos los actos excesivamente violentos son obra de los psicópatas. Los esquizofrénicos paranoicos pueden ser muy peligrosos y ser responsables de asesinatos atroces sin ningún sentido... salvo el que dicta su enfermedad. En otras ocasiones, la violencia surge de vendetas mafiosas, y aquí se impone el código mafioso, algo estrictamente «comercial». O también la pasión ciega de un amante despechado...

Teniendo en cuenta lo anterior se puede decir lo siguiente sobre los psicópatas:

1. Son capaces de sentir miedo o ansiedad en menor medida que los delincuentes comunes o que los sujetos que no son psicópatas, ya sea por una menor sensibilidad ante esa emoción o porque tienen la posibilidad de protegerse mentalmente frente a esa experiencia.
2. Tienen grandes dificultades para reconocer el valor emocional de los estímulos, ya sean estos palabras o imágenes.
3. Cuando se enfrentan a tareas de comprensión emocional han de invertir más energía psíquica para procesar esa información que los no psicópatas.
4. La valoración emocional que hacen de las ideas es muchas veces errónea; así, las ideas que suscitan emociones positivas en sujetos no psicópatas son valoradas de modo negativo, y viceversa.
5. Su empleo del lenguaje indica dificultades para exponer los argumentos sin desvíos o incoherencias sustanciales, así como para ajustarse a las inflexiones emocionales de sus interlocutores.
6. Se han detectado anómalas en el modo en que el cerebro procesa la información emocional de acuerdo con la división entre los dos hemisferios cerebrales.

El resultado de todo lo anterior es que hay un déficit básico en el pensamiento del psicópata. Éste tiene dificultades para asimilar la información emocional que viene del mundo, y puede ocurrir que esa menor capacidad sea mas profunda ante estímulos negativos (que provocarían ansiedad en personas normales) que positivos. En todo caso, su lenguaje y su comportamiento revelan que hay dos profundas disociaciones. En primer lugar, cuando el psicópata se expresa, sus opiniones carecen del fundamento de la experiencia emocional. Hablan «de oído». Su razonamiento carece del fondo emocional que produce un juicio veraz: el sentimiento está disociado del razonamiento. En segundo lugar, su juicio esta disociado de su conducta; esto es, lo que hacen muchas veces no guarda ninguna relación con la valoración que han hecho previamente de la situación.
Los psicópatas se saben «la teoría» de la vida. Pero cuando han de demostrar «la práctica», su profunda insensibilidad emocional les hace fracasar.
Existe una expresión que ha alcanzado una gran popularidad en estos últimos años; se trata de la «inteligencia emocional». Este término es relevante aquí, porque une lo cognitivo con lo afectivo, y nos sirve para entender mejor cual es el sentido real del déficit que presentan los psicópatas. Este concepto fue acuñado por los psicólogos Peter Salovey y John Mayer, y lo definen como aquella inteligencia que implica «la habilidad de manejar los sentimientos y emociones propias y de los de las otras personas, de discriminar entre ellos y de utilizar esta información para guiar los pensamientos y acciones de uno mismo». La inteligencia emocional se relaciona con la conducta prosocial o beneficiosa para los demás en la medida en que, según Goleman, la capacidad de controlar los impulsos constituye el fundamento de la voluntad y del carácter. El control de los impulsos no puede realizarse sin regular nuestras emociones y sin reconocer las emociones de los otros, es decir, sin empatía. En la medida en que la persona sea más inteligente emocionalmente, comprenderá mejor la situación del otro y estará más orientado a actuar en consecuencia.
Los psicópatas son estúpidos si evaluamos su inteligencia emocional.

Un ejemplo de personaje público con rasgos psicopáticos: Picasso

Picasso es uno de los genios del siglo xx. ¿Quien puede discutir esta afirmación? Pero también es un ejemplo de que la virtud artística puede ir reñida con la virtud moral. Ello es mucho más evidente en Picasso que en Sade, ya que éste tenía poco de filósofo, por más que «la vanguardia» haya querido que comulgáramos con ruedas de molino. Picasso es un artista con mayúsculas, un pintor a todas luces extraordinario. Pero su vida presenta aspectos tan rayanos con la psicopatía, que no podemos menos que resaltarlo aquí.
Se ha discutido mucho la relación entre el arte, el genio y la crueldad o la violencia, así como lo extravagante. Es esta una discusión inacabable que ofrece pocos resultados concluyentes. Sabemos que el hombre creativo ha de ser capaz de ser transgresor, pero en modo alguno ello exige maltratar a los otros, especialmente si hay ensañamiento o sadismo. Uno es capaz de entender cierto despotismo, un carácter voluble y caprichoso, un animo irritable, una vida solitaria o llena de gente que busca favores... pero nos cuesta comprender que el genio precise del averno.
Howard Gardner, el psicólogo que está estudiando con mayor brillantez diversas facetas de creatividad y liderazgo en el hombre contemporaneo ha dedicado un capítulo de uno de sus libros a Picasso. Allí él, en efecto, parece vislumbrar una relación entre el arte y la vida personal del pintor: «La relación entre el caos de la vida personal de Picasso y su continuada fecundidad artística merece comentario. Uno puede ver en la vida de Picasso no solo un sucederse continuo de nuevas casas, amantes, hijos y escapadas de verano, sino tambien un fluir constante de estilos nuevos y definitorias (…) Aun cuando uno resista al impulso de percibir una relación exacta entre los hitos de la vida personal de Picasso y los desarrollos de la vida artística, Picasso prosperó, en cierto sentido, a partir de una vida sembrada de embrollos complicados y acusadas discontinuidades».
Claro está, que «prosperar a partir de embrollos y complicaciones» no puede convertirse en un axioma para la creatividad artística. No se conoce que Chopin fuera cruel. O que Dickens haya sido un monstruo egocéntrico. Otra cuestión es si el sujeto artista decide emplear las tendencias de su personalidad como modo de espolear su motivación artística. Pero, en tal caso, es una elección tan marcada por el egoísmo como el rechazar las caricias de un hijo. No importa que el resultado sea una obra de arte.
De acuerdo a Gardner, Picasso coloco el egocentrismo y la crueldad como ejes de su relación con los demás. Sólo se rodeaba de quienes le halagaban y estuvieran dispuestos a servirle, «aun cuando el se reservaba el derecho de tratarles como le viniera en gana, de enfrentarlos despiadadamente unos contra otros, y de echarlos o apartarlos de si a su antojo. Era sádico y podría maltratar físicamente a quienes le amaban».
El sadismo no es un rasgo especialmente aconsejable pero en Picasso hemos de añadir otra cualidad negativa: a su lado las mujeres «tenían un amargo destino: la locura o la muerte. Su primera mujer, Olga, se volvió loca y murió en 1955. Su amante, Marie Therese, se ahorcó en 1977; otra amante, Dora Marr, sufrió una crisis nerviosa. Su nieto se suicidó bebiendo lejía cuando no se le permitió asistir al funeral de Picasso. Su segunda mujer, Jacqueline se mató de un disparo después de preparar una exposición de Picasso.
Y a sus amigos o conocidos masculinos tampoco les fueron las cosas muy bien. Picasso fingió no conocer a Apollinaire (un promotor de su obra) cuando éste fue acusado sin fundamento de un crimen. Tampoco salió en auxilio del escritor Max Jacob, al que había tratado durante cuarenta años, cuando fue arrestado y enviado a un campo de concentración. No se recataba a la hora de seducir a las amantes y mujeres de sus amigos. Participó en intrigas para acabar con el prestigio profesional de otro pintor extraordinario, Juan Gris. Cuando su marchante Hahnweiler perdió todo su dinero en la guerra de 1914, Picasso sencillamente le dejó de lado.
La manipulación, el utilizar a la gente como medios para lograr fines, también aparece en la vida de Picasso. Su amigo Sabartes dijo: «Picasso escoge los amigos como escoge los colores cuando pinta un cuadro, cada uno a su debido momento y para un propósito concreto».
El análisis que realiza Gardner de Picasso, sin embargo, encuentra cuatro relaciones que suponen excepciones a la explotación humana, lo que nos sitúa a Picasso no como un psicópata perfecto, pero sí como alguien que supo hacer de la pintura un logro extraordinario al tiempo que destruía o dañaba de modo grave las vidas de muchas personas.

He aquí algunos de los comportamientos más esperables del psicópata en una relación de convivencia. No todos los psicópatas son iguales. Hay muchas circunstancias que los hacen diferentes. Dentro de la «vida convencional», sin embargo, hay también diferencias significativas, en especial según sean del tipo «parásitos» o del tipo «posesivos». A continuación las actitudes y comportamientos mas frecuentes.

a) Desapego hacia los niños o educación muy punitiva.
b) Exigencias irracionales.
c) Comportamiento errático.
d) Puede ser violento, de palabra u obra.
e) Miente habitualmente.
f) Suele ser un parásito.
g) Puede abusar del alcohol o de Las drogas.
h) No tiene amigos, sólo conocidos.
i) Es muy difícil de conocer.
h) Te manipulará.
j) Te hará bajar a los infiernos.

Criterios para el niño preadolescente

En los años de la preadolescencia, entre los 7-8 años y los 12-14. ¿Diríamos nosotros que nuestro hijo, habitualmente, se caracteriza por...?:

1. Alardear de modo ostensible de sus logros.
2. Enojarse cuando se le corrige.
3. Pensar que él es más importante que los demás.
4. Actuar sin pensar.
5. Culpar a otros por sus propios errores.
6. Molestar (burlarse) a otras personas.
7. Meterse en situaciones de mucho riesgo o peligro.
8. Cometer actos ilegales.
9. No mantener sus amistades.
10. Aburrirse facilmente.
11. Despreocuparse por el rendimiento en la escuela.
12. No sentirse culpable o «malo» por algo que ha hecho.
13. Tener emociones superficiales, como forzadas.
14. No mostrar emociones.
15. Actuar de forma amable, pero sin que parezca sincero.
16. No preocuparse por los sentimientos de los demás.

Los primeros diez puntos son típicos de chicos que se implican en actos antisociales, y que suelen proceder de barrios pobres, con familias que no se preocupan demasiado de sus hijos. La mayoría de estos niños no desarrollarán una psicopatía; dependiendo de la extensión de estas conductas y del apoyo que encuentren en su vida, serán capaces de integrarse en la sociedad o, al contrario, serán clientes habituales de las listas del paro y de la policía. Sin embargo, no conviene olvidar que también hay chicos de clase media y alta que exhiben estas conductas irresponsables y alocadas; son aquellos casos en que sus padres han estado demasiado ocupados para preocuparse de ellos o no han sabido como atenderles.
Los seis puntos restantes se relacionan con los anteriores, pero no tienen por qué ir unidos: cuando los primeros criterios —que podemos denominar «conducta impulsiva e irresponsable»— se suman a estos seis, hay muchas probabilidades de que podamos identificar al niño como un claro candidato a la psicopatía. La razón es que estos seis puntos incluyen lo que podríamos denominar el núcleo de la personalidad psicopática: falta de sentimiento de culpa, insensibilidad emocional y despreocupación por el bienestar de los otros.
Muchos de los niños que muestran impulsividad e irresponsabilidad no presentan aspectos de dureza emocional (al menos de un modo intenso), pero la mayoría de los que presentan dureza emocional también muestran conducta impulsiva e irresponsable. De lo anterior podemos concluir que cuantos más criterios cumpla un chico peor será su pronóstico.

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