miércoles, 31 de julio de 2013

Judía















Judía. Phaseolus vulgaris. Fréjol, haba, faba, y otros muchos sinónimos.
 

Parte utilizada: El fruto privado de las semillas (vainas).


Principios activos: Alantoína, azúcares, leucina, tirosina, arginina, inositol. 


Acción farmacológica: Las vainas, por su contenido en arginina, se comportan como diurético y ligeramente hipoglucemiante. 

Indicaciones: Diabetes, litiasis renal, reumatismo, gota. 

Formas galénicas /posología:
- Infusión: Una cucharada sopera de vainas por taza. Hervir durante 3 a 5 minutos y filtrar. 2 a 3 tazas al día.
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Plantas anuales que se siembran pasados los fríos. Hay muchas variedades de múltiples formas y colores de las semillas. Unas crecen bajas, otras se encaraman por un soporte enredándose y girando hacia la izquierda.

Aporte Nutricional Medio (en 100 gr)
Energía: 125,70 Kcal
Potasio: 580,86 mg
Vitamina A: 36,78 µg
Proteínas: 9,32 g
Fósforo: 157,57 mg
Vitamina B1: 0,21 mg
Hidratos: 16,09 g
Fibra: 9,17 g
Vitamina B2: 0,10 mg
Agua: 63,45 g
Grasa: 0,64 g
Vitamina B3: 2,62 mg
Calcio: 75,04 mg
Colesterol: 0,00 mg
Vitamina B6: 0,20 mg
Hierro: 3,23 mg
AGS: 0,16 g
Vitamina B9: 148,74 µg
Yodo: 1,61 µg
AGM: 0,06 g
Vitamina B12: 0,00 µg
Magnesio: 55,97 mg
AGP: 0,34 g
Vitamina C: 6,51 mg
Cinc: 1,52 mg
Carotenoides: 202,69 µg
Vitamina D: 0,00 µg
Selenio: 3,89 µg
Retinol: 0,00 µg
Vitamina E: 0,19 µg
Sodio: 119,21 mg


La judía constituye un alimento de origen vegetal de la familia fabaceae, género phaseolus y especie vulgaris. Es una legumbre.
El fruto de la judía, es decir, la vaina es rica en fibras celulósicas, pectinas, taninos y flavonoides que, una vez presentes en el intestino, tienen la propiedad de ralentizar la absorción de azúcares aprisionándolos entre las fibras y actuando sobre determinadas enzimas digestivas para bloquear su actividad. Esta ralentización en la asimilación de los glúcidos se utiliza con éxito en los regímenes de adelgazamiento porque permite limitar el aporte calórico y evitar los picos sanguíneos que obligan al organismo a almacenar los elementos nutritivos en forma de reserva adiposa. Tras la fase de adelgazamiento, la vaina de la judía ayuda a estabilizar el nuevo peso y evita volver a ganar kilos superfluos. Además, es diurética, por lo que favorece la eliminación del exceso de agua de los tejidos que causa los edemas. En las personas que padecen una diabetes no insulino-dependiente, la vaina de la judía limita y regulariza el paso de los azúcares a la sangre frenando especialmente el pico de hiperglucemia que se produce después de las comidas.
Diurético. Favorecedor del tránsito intestinal. Coadyuvante en el control de la absorción de la glucosa.

Alimento que destaca por su contenido en vitamina B9, fibra, potasio, hidratos de carbono, magnesio, vitamina B, hierro y carotenoides. El resto de nutrientes presentes en este alimento, ordenados por relevancia de su presencia, son: agua, cinc, calcio, fósforo, proteínas, vitamina B6, vitamina C, calorías, vitamina B3, sodio, vitamina B2, selenio, ácidos grasos poliinsaturados, yodo, vitamina A, vitamina E, grasa, ácidos grasos saturados y ácidos grasos monoinsaturados.

Gracias al contenido de vitamina B9, la judía contribuye a la formación de células sanguíneas y glóbulos rojos, ayudando a prevenir la anemia y a mantener sana la piel. Además de ser indispensable para la correcta división y crecimiento celular -fundamental durante el embarazo y la infancia-, la vitamina B9 -o ácido fólico- interviene en el metabolismo de proteínas, ADN y ARN, reduciendo el riesgo de aparición de deficiencias en el tubo neural del feto (estructura que dará lugar al sistema nervioso central). Esta vitamina además, disminuye la posibilidad de presentar enfermedades cardiovasculares, previene algunos tipos de cáncer como la leucemia, estimula la formación de ácidos digestivos y ayuda a mejorar el apetito.

La judía, por su contenido en fibra, ayuda a que se den en el organismo las condiciones favorables para la eliminación de determinadas sustancias nocivas como colesterol o ciertas sales biliares, y colabora en la disminución de glucosa y ácidos grasos en la sangre. Por este motivo, los alimentos ricos en fibra se antojan indispensables en una dieta excesivamente rica en carbohidratos, proteínas o grasas. Además, colaboran en la eliminación de agentes cancerígenos.

La judía destaca por su aporte de potasio, que junto con el sodio, se encarga de regular el balance ácido-base y la concentración de agua en sangre y tejidos. Las concentraciones de estos dos elementos en el interior y exterior de las células de nuestro organismo, generan un potencial eléctrico que propicia las contracciones musculares y el impulso nervioso, con especial relevancia en la actividad cardíaca.

Por su contenido en hidratos de carbono, la judía es un alimento ideal para el aporte energético, pues se estima que el 55-60% de la energía diaria que necesitamos debe provenir de carbohidratos, bien por la ingesta de alimentos ricos en almidón, bien por las reversas de glucógeno presentes en nuestro organismo. Además, la principal energía que necesita el cerebro para funcionar es la glucosa, que encontramos en alimentos ricos en carbohidratos. Gracias al carácter hidrofílico de los carbohidratos, este alimento constituye también una fuente de obtención rápida de energía, al ser fácilmente atacado por las enzimas hidrolíticas.

Al tratarse de un alimento rico en magnesio, contribuye a mejorar tanto el tono muscular como el neuronal, favoreciendo la transmisión de los impulsos nerviosos, y la contracción y relajación de los músculos. La presencia de magnesio, hace además, que la judía sea eficaz en el reforzamiento del sistema óseo y la dentadura, y muy conveniente para el sistema cardiovascular, ayudando a mantener estable el ritmo cardíaco y la presión arterial, protegiendo las paredes de los vasos sanguíneos y actuando como vasodilatador, evitando de esta manera la formación de coágulos. Además, con el magnesio, se aumenta la producción de glóbulos blancos para beneficio del sistema inmunitario. Se estima que alrededor del 60% del magnesio que asimilamos se asienta en huesos y dientes, el 28% en órganos y músculos, y el 2% restante en líquidos corporales.

La judía constituye un alimento con un significativo aporte de vitamina B1, por lo que participará en la producción energética colaborando en el metabolismo de los carbohidratos. La vitamina B1 -o tiamina- juega además un papel esencial en la absorción de glucosa por parte de cerebro y sistema nervioso, por lo que la deficiencia de este nutriente puede derivar en cansancio, poca actividad mental, falta de coordinación, depresión, etc. Otras funciones como el crecimiento y mantenimiento de la piel o el sentido de la vista, dependen en buena medida de los niveles de esta vitamina en el organismo.

Por ser un alimento rico en hierro (necesario para la síntesis de hemoglobina), la judía colabora en la renovación de las células sanguíneas, posibilitando el transporte de oxígeno desde los pulmones hacia los diferentes órganos, como los músculos, el hígado, el corazón o el cerebro, siendo el hierro indispensable en determinadas funciones de este último, como la capacidad de aprendizaje. El hierro también incrementa la resistencia ante enfermedades reforzando las defensas frente a los microorganismos, previene estados de fatiga o anemia, y sin él no podrían funcionar el sistema nervioso central, el control de la temperatura corporal o la glándula tiroides, siendo además saludable para la piel, el cabello y las uñas. Este alimento resulta muy beneficioso para el organismo en situaciones de carencia de hierro, ya sean como consecuencia de hábitos alimenticios inadecuados, durante la menstruación o el embarazo, o tras accidentes u operaciones médicas donde se ha perdido sangre.

Debido a la elevada concentración de carotenoides, la judía actúa como antioxidante previniendo el envejecimiento celular y protegiendo el organismo frente a los radicales libres y la aparición de cáncer, a la vez que se aumenta la eficiencia del sistema inmunitario y se reducen las probabilidades de ataques cardíacos. Los carotenos son también requeridos por nuestro organismo para la formación de la vitamina A.



Algunos de los fitoquímicos actualmente reconocidos en el frijol son: fibra, polifenoles, ácido fítico, taninos, inhibidores de tripsina y lectinas. El papel que juega la fibra del frijol como fitoquímico es por su efecto hipocolesterolémico, es decir, porque disminuye hasta un 10% el colesterol en la sangre. También el almidón resiste del frijol puede ejercer el mismo efecto que la fibra. Por otra parte, la fermentación en el colon de la fibra soluble y el almidón resistente que generan ácidos grasos de cadena corta, provoca la disminución de la síntesis hepática del colesterol.

Los inhibidores de tripsina confieren protección contra rotavirus, inhiben las carcinogénesis y pueden ser utilizados como agentes quimiprotectores, es decir, para proteger al organismo contra efectos secundarios de tratamientos de ciertas enfermedades.

Estructuras de fitoquímicos 
importantes del
frijol: (a) ácido fítico, 
(b) taninos (ácido gálico).

Por otro lado las lectinas del frijol disminuyen el crecimiento de linfomas no-Hodgking (cáncer del tejido linfoide, que abarca los ganglios linfáticos, el bazo y otros órganos del sistema inmunitario) y pueden utilizarse como marcadores de tumores al identificar células que se encuentran en las primeras etapas de diferenciación a células cancerosas.

Respecto al ácido fítico se ha demostrado que reduce el riesgo de contraer cáncer, principalmente del colon y de seno, probablemente por su poder antioxidante. Por su parte los taninos, sustancias muy astringentes y de sabor amargo, que perteneces a la familia de los polifenoles, funcionan como antioxidantes, anticancerígenos y antimutágenos efectivos.

De las principales sustancias químicas que interfieren con el aprovechamiento de los nutrientes del frijol destacan los inhibidores de tripsina, los taninos, las lectinas y el ácido fítico.

Los inhibidores de tripsina son considerados comúnmente como inhibidores proteolíticos y pueden provocar retardo en el crecimiento e hipertrofia pancreática. En general el retardo de crecimiento por el consumo de leguminosas con inhibidores de tripsina ocurre porque diversos mecanismos biológicos que impiden la incorporación de iodo a la glándula tiroides, interfieren en la síntesis de la tirosina o bloquean la incorporación del iodo, estimulando la secreción de tirotrofina, y terminan en la hiperplasia o agrandamiento de la glándula tiroides. La hiperplasia glandular se explica ya que al ser inhibida parte de la tripsina (elaborada por el páncreas e indispensable en la digestión de proteínas) el organismo, exige a la glándula una mayor producción, con el consiguiente agrandamiento de la misma.

Respecto a los taninos, además de disminuir la digestibilidad de proteínas, limitan la biodisponibilidad de minerales como el hierro y cinc, mientras que el ácido fítico también afecta la asimilación del cinc: Por otra parte, las lectinas son proteínas que inducen el crecimiento del páncreas en ratas y producen ulceración y necrosis en el intestino.

Otra familia de componentes que se consideran indeseables en el frijol son ciertos oligosacáridos como la rafinosa, estaquiosa y verbascosa, los cuales no son hidrolizados en la primera etapa de la digestión y terminan fermentados en ácidos grados de cadena corta y gas en el colon, lo que provoca problemas de flatulencia.


TOXICIDAD Y EFECTOS SECUNDARIOS. A altas dosis de extractos de vainas: diarreas, gases, nauseas, vómitos y gastralgias. Se ha observado distensión cecal (por gases) junto con aumento del peso del páncreas y retraso del crecimiento.
(En gran medida se ha tomado de:
Fitoterapia en Farmacia. Colegio de farmacéuticos de Vizcaya.

http://www.saludybuenosalimentos.es /alimentos/index.php?s1=Legumbres&s2=Verdes&s3=Jud%EDa
y de: 
El frijol (Phaseolus vulgaris): su importancia nutricional
y como fuente de fitoquímicos
Dr. José Armando Ulloa1, M. en C. Petra Rosas Ulloa, Dr.
José Carmen Ramírez Ramírez, IBQ. Blanca Estela Ulloa Rangel.