viernes, 8 de marzo de 2013

La tierra de Canaán

De Isaac asimov: "La tierra de Canaán" Cap 1º.

Antes de Abraham 

La Media Luna Fértil 

En Asia occidental, en la nación de Irak, hay dos ríos que fluyen desde las montañas turcas hasta el golfo Pérsico. Son el Tigris y el Eufrates. Estos dos ríos son una infaltable fuente de agua, de modo que las tierras que los rodean son particularmente adecuadas para la agricultura. Es una tierra fértil, de clima suave, inviernos lluviosos y veranos secos. Su fertilidad es tanto más notable cuanto que al noreste están las duras montañas de Irán y al sudoeste el árido desierto árabe.

Esta franja se extiende desde el golfo Pérsico hacia el noroeste, por las márgenes de los ríos hasta las fronteras de Turquía. Luego avanza hacía el Oeste, a través de la Turquía sudoriental y la Siria septentrional, para seguir después la línea costera mediterránea hacia el Sur, incluyendo no sólo la costa siria, sino también el Líbano, el norte de Israel y Jordania occidental.

Esa región, que va desde el golfo Pérsico hasta el centro de Israel, tiene una forma similar a una gran media luna. El historiador norteamericano James Henry Breasted la llamó la Media Luna Fértil, y éste es el nombre con que se la llama ahora comúnmente.

Al sur del cuerno occidental de la Media Luna Fértil se extiende una tierra árida y desolada, llamada la península del Sinaí, que es el puente que une los grandes continentes de Asia y África. Inmediatamente al oeste de la península del Sinaí se encuentra el extenso río Nilo, que fluye desde el Africa centro-oriental hacia el Norte, hasta el Mediterráneo. A ambos lados de la parte más septentrional del río se extiende otra franja de tierra apta para la agricultura, franja rodeada de desiertos por ambas partes. Algunos historiadores incluyen el valle del Nilo como parte de la Media Luna Fértil, pero esto no es frecuente.

El hecho humano más importante en relación con la Media Luna Fértil y el valle del Nilo es que, hasta donde llega nuestro conocimiento, la civilización comenzó allí. Fue en esas regiones o cerca de ellas donde se inició la agricultura, donde se fabricó alfarería por primera vez, donde fueron originalmente domesticados los animales, donde se construyeron las primeras ciudades y donde se inventó la escritura.

Las ciudades se unieron por vez primera para formar unidades mayores gobernadas por una autoridad central en los extremos de esas regiones. Por el año 2800 antes de Cristo, a lo largo de los tramos inferiores del Tigris y el Eufrates, la civilización sumeria estaba en su pleno apogeo *, mientras también florecía la civilización egipcia **. Con el tiempo, ambas llegaron a formar grandes imperios.

Las dos civilizaciones tuvieron la fortuna de estar tan lejos la una de la otra que no tuvieron ocasión de enfrentarse hostilmente. Durante dos mil años después de la creación de las dos civilizaciones, no tuvieron ningún contacto militar directo. Ninguna de ellas tuvo que rechazar a la otra ni se halló ante el trance de destruir o ser destruida. Pero hubo comercio entre ellas a través de las regiones intermedias, y ello benefició a ambas.

Pero ¿qué ocurrió con esa parte de la región fértil situada entre Sumeria y Egipto? ¿Qué sucedió en la parte occidental de la Media Luna Fértil? Esa parte es más pequeña que la oriental y no es tan fértil; también es menor y menos fértil que el valle del Nilo. Sin embargo, en los primeros días de la civilización, esa parte occidental era tan avanzada como las otras regiones.

Pero estaba entre ellas. Nunca pudo gozar de la paz que brinda el aislamiento. Las civilizaciones del Tigris y el Eufrates siempre avanzaban hacía Occidente con la esperanza de dominar la costa mediterránea, y con igual persistencia Egipto avanzaba hada el Norte.

Atrapada en el medio, la costa mediterránea nunca pudo formar un imperio. Fue siempre un conjunto de ciudades-Estados y naciones pequeñas y débiles. Durante toda su historia estuvo dominada por los imperios vecinos, con excepción de un pequeño lapso alrededor del 1000 a. C.

La mayoría de los libros de historia tienden a prestar mucha atención a los grandes imperios, a sus grandes victorias y derrotas. Se tiende a pasar por alto a las pequeñas ciudades y naciones que nunca fueron imperios ni tuvieron un papel destacado en la guerra. Así, habitualmente se estudia la parte occidental de la Media Luna fértil en relación con los diversos imperios que la dominaron en uno u otro período de la historia.

Sin embargo, el extremo occidental de la Media Luna Fértil, en proporción a su tamaño, ha contribuido más a la moderna civilización occidental que todos los poderosos imperios del valle del Nilo y del Tigris y el Eufrates. Para mencionar sólo dos puntos, fue en la franja de tierra que bordea el Mediterráneo oriental donde se inventó el alfabeto moderno. Y fue también allí donde se elaboró una religión que, en formas diversas, ahora domina Europa, las Américas, Asia occidental y el norte de Africa.

Por esas dos contribuciones solamente, la parte occidental de la Media Luna Fértil merece un libro de historia separado, dedicado a los sucesos que se produjeron en esa parte pequeña, pero sumamente importante, del mundo.

Pero sería útil disponer de un nombre para toda la región, pues «la parte occidental de la Media Luna Fértil» es una frase pesada y demasiado larga para usarla con mucha frecuencia. Ningún país ocupa ahora toda la región, pues se divide entre Siria, Líbano, Israel y Jordania, de modo que no podemos usar ningún nombre moderno determinado. También en el pasado estuvo dividida en naciones diferentes: Moab, Edom, Amón, Judá, Aram, etc.

En la antigüedad se usó, al menos para una parte de la región, el nombre de Canaán. Es un nombre que nos es familiar en Occidente porque aparece en la Biblia. Por conveniencia, pues, llamaré «Canaán» a la franja de la costa mediterránea que constituye el extremo occidental de la Media Luna Fértil.
La nueva Edad de Piedra

La agricultura ata a los seres humanos a la tierra. Mientras los hombres cazaron y recolectaron frutos en estado silvestre, podían deambular libremente. En verdad se vieron obligados a ello, quisiéranlo o no, a fin de buscar alimento. Pero una vez que empezaron a cultivar plantas tuvieron que permanecer en la vecindad de sus cosechas en crecimiento, para cuidarlas y protegerlas de los animales en busca de forraje y de otros hombres.

Para su mayor seguridad, los agricultores tendieron a agruparse y construir casas en un lugar que pudiese ser defendido fácilmente. Así surgieron las ciudades. Entre las primeras de estas ciudades, había una que posteriormente fue llamada Jericó. Hasta es posible que Jericó haya sido la más antigua ciudad del mundo, en cuyo caso la idea misma de construir ciudades habría aparecido por primera vez en Canaán.

Jericó está ubicada en el valle del río Jordán, que corre hacia el Sur a través de Canaán, a unos 80 kilómetros de la costa, y desemboca en el mar Muerto. Jericó está a unos ocho kilómetros al oeste del río y a unos diez al norte del mar Muerto.

No es, en general, una región atractiva. El Jordán es un río de corto recorrido y sinuoso que no es navegable, y transcurre por un valle muy cálido y húmedo que está por debajo del nivel del mar. El mar Muerto es un lago de agua sumamente salina en el que no hay vida alguna. Sin embargo, la zona en la que estaba Jericó tenía sus ventajas.

Estaba situada en una colina de escasa altura, que la hacía más fácil de defender. (Los enemigos tenían que arrojar piedras o lanzas hacia arriba, mientras que los defensores las arrojaban hacia abajo, de modo que la gravedad los favorecía.) Además, en Jericó, el nivel hidrostático por debajo del suelo era bastante alto, de manera que había siempre fuentes de agua. En las tierras secas, la presencia de fuentes o manantiales es fundamental, pues no puede haber defensa sin agua, ni agricultura o pastoreo sin agua para la irrigación. La tierra elevada y la seguridad del agua hicieron de Jericó un lugar favorito de reunión, en un principio, para los cazadores, y luego para los agricultores en busca de seguridad.

Las más antiguas huellas de ocupación humana en Jericó han sido fechadas en el año 7800 a. C., hace casi diez mil anos. En un comienzo, la ciudad tal vez sólo estuviera formada por pequeñas chozas, pero más tarde se construyeron moradas más sólidas. Por el 7000 a. C., la ciudad estaba rodeada de una fuerte muralla de piedra que circundaba unas 40 áreas de tierra y tenía al menos una torre de diez metros de altura, desde la cual un centinela podía observar fácilmente si se acercaban enemigos. Cuarenta áreas pueden no parecer mucho, según patrones modernos, pero en aquellos días las casas eran pequeñas y la gente se apiñaba en ellas; aun sin rascacielos, la ciudad puede haber albergado más de 2.000 personas.

Jericó estuvo unos tres mil años en la Edad de Piedra, período en el que la piedra fue el único material con el que se hacían herramientas para trabajos duros y armas. Es verdad, por entonces hubo una próspera industria del sílex, pues éste es una piedra dura que puede ser fragmentada fácilmente en láminas filosas.

Sin embargo, fue aquella una época de cambios más rápidos que los que hasta entonces había presenciado la humanidad. La creación de la agricultura unió a los hombres e hizo aumentar la población. Al haber más gentes y más comunicación entre ellas, fue mayor el número de ideas que surgían y eran puestas en práctica. Esos cambios originaron lo que se llama la Nueva Edad de Piedra o Edad Neolítica. («Neolítico» es una voz derivada de palabras griegas que significan «piedra nueva».) Tantos fueron los cambios que se produjeron después del comienzo de la agricultura, en efecto, que es costumbre hablar de la Revolución Neolítica.

Por ejemplo, se necesitaban recipientes para transportar el cereal de los campos a las ciudades. Es muy poco lo que puede llevarse en las manos, y aunque las pieles de animales tenían mayor capacidad, carecían de formas convenientes y eran difíciles de usar. Apareció un modo de fabricar recipientes más rápidamente y con menos inconvenientes. Se entretejieron cañas para obtener un recipiente que era ligero, resistente y poroso. Al entrelazar las cañas, podía darse al recipiente cualquier forma conveniente que se desease y se lo podía transportar fácilmente, junto con los cereales que contenía. En suma, se inventaron las cestas.

Aunque las cestas podían contener cereales, frutas o guijarros, no podían contener agua. Una manera de hacer impermeables las cestas era revestirlas de arcilla húmeda. Al evaporarse el agua, las finas partículas de arcilla permanecían unidas, y esa cesta recubierta de arcilla no dejaba filtrar los líquidos *.

Las cestas de arcilla podían fácilmente empezar a gotear cuando se rompían pequeños trozos de arcilla. Era fácil repararlas, sin duda, pero con el tiempo se descubrió algo mejor. Quizás el descubrimiento se efectuó cuando una de tales cestas fue puesta accidentalmente demasiado cerca del fuego. Resultó que el calor endurecía la arcilla hasta darle casi la consistencia de la piedra.

Debe de habérsele ocurrido a alguien dejar totalmente de lado la cesta misma. Supóngase que puede darse a la arcilla la forma de una cesta y luego hacerla endurecer por el fuego. El resultado sería una vasija más pesada que una cesta, desde luego, pero mucho más resistente y, al mismo tiempo, impermeable al agua e indestructible por el fuego.

La arcilla endurecida, o «pieza de alfarería», era una especie de piedra artificial. Podían hacerse vasijas tallando la piedra, pero era un duro trabajo. En el tiempo empleado en hacer una vasija de piedra, era posible dar forma y endurecer cientos de recipientes de arcilla. Cuando se hallaron métodos para alcanzar temperaturas suficientemente elevadas, se dio mayor brillo y se hizo no porosa la superficie externa del recipiente. La adición de colores y dibujos convirtió las vasijas en obras de arte que satisfacían tanto el anhelo del hombre de lo bello como el deseo de lo útil.

El uso del torno de alfarero, una rueda horizontal que podía hacerse girar con una masa de arcilla en el centro, hizo aún más fácil el modelado. A medida que el giro de la rueda expele la arcilla hacia fuera, la mano del alfarero puede darle forma, haciéndola redondeada y baja, o alta y delgada, o adoptar cualquiera de una variedad de formas más complicadas.

Las invenciones como la cestería y la alfarería fueron tan importantes en la determinación del modo de vida en los tiempos neolíticos como la agricultura. Por ejemplo, una olla de arcilla podía ser colocada directamente sobre el fuego. Si contenía agua, ésta se calentaba hasta hervir sin que la olla se rompiese. Esto supuso una nueva forma de cocinar, cociendo la comida en lugar de asarla.

La Revolución Neolítica no se produjo en todas partes inmediatamente. Sólo en unos pocos lugares de la tierra se experimentaron sus comienzos, en 7000 a. C., mientras la mayoría del género humano permanecía en diversas culturas paleolíticas («La Antigua Edad de Piedra»); algunas partes de él las han mantenido hasta la actualidad. Pero Canaán estaba en la vanguardia de esa revolución. Es posible, por ejemplo, que la alfarería se inventase en Jericó. Si fuese así, es otro gran progreso que debemos a Canaán.

Otra notable invención de la Epoca Neolítica fue la tejeduría. En lugar de las toscas cañas usadas para hacer cestas, se tejieron fibras delgadas, como el pelo lanudo de la oveja o las hebras de hilo del lino. El resultado fue no el grueso y rígido tejido de las cestas, sino un material muy delgado y flexible que podía cubrir el cuerpo. El paso de las pieles a los textiles significó que la vestimenta se hizo más ligera y cómoda. Puesto que los textiles eran porosos y fácilmente lavables, ello hizo que los seres humanos estuviesen más limpios y oliesen mejor, y probablemente, también, que fuesen más sanos.

Por el 5000 a. C., Jericó era ya una ciudad desarrollada, formada por casas individuales con varias habitaciones cada una y con pisos de yeso, en vez de tierra prensada. Probablemente, había también otras ciudades en Canaán por entonces.

Canaáan debe de haber prosperado no solamente porque era suficientemente fértil como para sustentar la agricultura, sino también porque era un punto intermedio. (Estar en el medio tiene ventajas tanto como desventajas.) La civilización cada vez más compleja del Tigris y el Eufrates fabricaba objetos que no se fabricaban en el valle del Nilo, e inversamente. Canaán pudo recibir objetos de ambos y servir como centro de intercambio. Había tierras al norte, en la península de Asia Menor, que también contribuyeron con artículos para el comercio.

Naturalmente, el pueblo de Canaán hizo todo lo que pudo para hacer pasar los artículos al precio de un substancial beneficio para él. En otras palabras, se hicieron comerciantes. El nombre mismo de Canaán quizá provenga de una palabra de la lengua de ese antiguo pueblo que significa «comerciante».

Los comerciantes por lo general son prósperos y, además, de una civilización avanzada. Al disponer de los productos de muchas culturas, pueden escoger entre ellos y beneficiarse con todos, Esto ocurrió, ciertamente, en la tierra de Canaán, que prosperó mucho en la Epoca Neolítica.
La Edad del Bronce

Un producto que indudablemente entró en Canaán del exterior fue el metal. Algunos metales a veces se hallan en estado natural. Pueden encontrarse pepitas de cobre, plata y oro, así como ocasionales trozos de hierro allí donde han caído meteoritos. El oro era bonito, pero muy raro y demasiado blando para ser usado de otro modo que como ornamento. La plata no era mucho mejor, y no era tan bonita. El hierro era demasiado duro para ser moldeado con las técnicas de la Epoca Neolítica. En cambio, el cobre era bastante blando como para forjar con él una punta de lanza y suficientemente duro para ser utilizado durante un tiempo, antes de embotarse su filo (después de lo cual podía ser afilado nuevamente).

La gente empezó a usar trozos de cobre forjados a martillo junto con la piedra. De las culturas que lo hacen se dice que están en el «Período Calcolítico» (de palabras griegas que significan «cobre y piedra»). El Período Calcolítico se inició en aquellos lugares donde había probabilidades de encontrar pepitas de cobre. Cuanto más comunes son las pepitas, tanto antes aparece dicho período.

No sabemos exactamente dónde ni cuándo se usó el cobre por primera vez, pero hay ciertos indicios de que apareció en la península del Sinaí, tal vez ya en 4500 antes de Cristo. En todo caso, tribus con una cultura calcolítica entraron en Canaán no mucho después del 4000 antes de Cristo.

Sus rastros fueron hallados por primera vez en excavaciones realizadas en un sitio llamado Teleilat el Ghassul, inmediatamente al este del Jordán y a unos 15 kilómetros al sudeste de Jericó. Por esta razón a ese pueblo Calcolítico se lo llama ghassuliano.

Los ghassulianos parecen haberse concentrado en el sur de Canaán; se han excavado asentamientos de ellos cercanos a Beersheba, que es la ciudad importante más septentrional de Canaán. Allí se han encontrado rastros de una permanente industria del cobre.

Una industria semejante involucra más que el mero uso de pepitas. Se descubrió de algún modo que ciertas rocas azules, si se las calienta intensamente, dan cobre; tal vez se construyeran hornos de carbón sobre ellas. Entre las cenizas se hallaban rojizos trozos del metal y quizás en algún momento alguien estableció una relación entre los hechos. La piedra, un mineral que contenía cobre, era mucho más común que las pepitas de cobre, de modo que la provisión de éste aumentó muchas veces.

La utilización de cobre proveniente de minerales acarreó complicaciones, pues el cobre no era siempre de la misma calidad. De algunos minerales se obtenía un cobre rojizo y no muy duro; el obtenido de otros era casi amarillo y quebradizo o rojizo pero muy duro. Un tipo particular de cobre era especialmente bueno para fabricar herramientas, pues era excesivamente duro y mantenía el filo por largo tiempo. Posteriormente se descubrió la razón de ello. Los minerales que lo producían eran impuros y, además del cobre, contenían otro metal: el estaño. Cuando se obtenía cobre en presencia de un poco de estaño, la mezcla -el bronce- era mucho mejor que cualquiera de ellos aisladamente.

Con el tiempo los hombres aprendieron a buscar minerales de estaño para agregarlo deliberadamente al mineral de cobre antes de calentarlo. El bronce llegó a ser de uso común, y durante dos mil años fue empleado para fabricar herramientas y armas con preferencia a todo otro material. Este período es llamado la «Edad del Bronce». La Edad del Bronce comenzó alrededor del 3100 a. C., y Canaán entró en ella casi inmediatamente. (El uso del bronce se difundió lentamente. Por ejemplo, sólo en el 2000 a. C. Europa occidental entró en la Edad del Bronce.)

La Edad del Bronce hizo más duras las guerras. Las Armas de bronce eran más efectivas que las de piedra, y las medidas defensivas debían ser también más eficaces. A comienzos de la Edad del Bronce las ciudades de toda Canaán se rodearon de murallas cada vez más poderosas. Cada ciudad trató de someter a su dominio la mayor cantidad posible de tierras de labranza y custodió sus fronteras. Una ciudad que se considera una entidad independiente y con un aparato militar propio es una «ciudad-Estado». Por el 2500 a.C., Canaán, en plena Edad del Bronce, era un conglomerado de tales ciudades-Estado.

En este período las civilizaciones de Egipto y Sumeria adquirieron mayor complejidad. Sumeria, por el 3100 a. C., había creado el arte de la escritura, una especie de código pictográfico en virtud del cual todos se ponen de acuerdo en que ciertas marcas representarán a determinadas palabras o ideas. La idea de la escritura fue rápidamente adoptada por los egipcios, pero estos inventaron su propio código, que era mucho más bello que el de los sumerios.

La escritura era un modo tan conveniente de llevar registros y transmitir instrucciones que echó raíces en casi todas las culturas a las que llegó desde fuera. Más aún, la idea surgió independientemente en diversos lugares de la Tierra. Los chinos inventaron su propia escritura, por lo que sabemos, y lo mismo los indios mayas de América Central. La mera existencia de la escritura elevó la civilización e hizo posibles otros adelantos. A medida que Sumeria y Egipto creaban una cultura cada vez más compleja, producían una mayor variedad de objetos deseables y una creciente disposición a comerciar para obtener aquellos objetos de los que no disponían. Por ello, Canaán, a mitad de camino entre ellos, floreció.

Algunas de las ciudades cananeas más grandes llegaron a cubrir una superficie de 100.000 a 200.00 metros cuadrados. Para proteger a la ciudad de Megiddo se construyó una muralla que tenia ocho metros de espesor. Algunas de las ciudades cananeas de la época estaban situadas a orillas del mar, hecho que habría de tener la mayor importancia.

El agua es una vía para el comercio mucho mejor que la tierra. Esta es accidentada e irregular, y arrastrar por ella cargas pesadas es una tarea ardua y lenta. Para hacer posible el comercio terrestre es menester construir caminos, y para hacer factible la labor se necesitan terrenos lisos y llanos. Además, hay que disponer de vehículos con ruedas para eliminar la fricción, y deben usarse animales que arrastren los vehículos.

El agua, en cambio, es uniforme y llana. Las balsas de madera flotan en ella aunque lleven pesadas cargas. Los ríos que se usaron por vez primera a tal fin fueron el Nilo y el Eufrates, cuya corriente llevaba automáticamente las balsas y sus cargas aguas abajo. Navegar aguas arriba es más difícil, aunque es posible conseguirlo con velas, si hay viento favorable, o con remos, si no lo hay. Los diversos tipos de barcos, grandes estructuras cóncavas, podían llevar cargas más pesadas sin hundirse y eran más fáciles de impulsar por el viento o los remos.

Un gran peligro para la navegación eran las tormentas. La lluvia y el viento pueden destruir hasta los barcos más fuertes. Pero esa posibilidad no era muy grande en los ríos. Las tormentas no eran frecuentes en el Eufrates y prácticamente inexistentes en el Nilo. En todo caso, si había inconvenientes de cualquier género, un barco fluvial podía llegar enseguida a la costa cercana. Las cosas son diferentes en un mar abierto como el Mediterráneo. Allí las tormentas son mucho más intensas que en los ríos, y las olas pueden actuar como arietes. Además, un barco puede estar a muchos kilómetros de la costa más cercana, cuando se adentra en el mar. Si hay tormenta, el barco puede no lograr ponerse a salvo en la costa; o, si llega a la costa, puede tratarse de un lugar inhóspito y ser destruido contra las rocas.

En resumen, los barcos usados para navegar por el mar tenían que ser diseñados más cuidadosamente y correr riesgos mayores que los usados para navegar por ríos. No es sorprendente, pues, que la navegación por mar fuese muy posterior a la navegación fluvial, y que, cuando finalmente los barcos se aventuraron por el mar, tendieran a navegar muy cerca de la costa.

Sin embargo, también era grande la tentación a internarse en el mar, Egipto, por ejemplo, tenía gran necesidad de madera para la construcción, pero ya en 3000 antes de Cristo los bosques habían sido cortados y había poca o ninguna madera en la tierra. Pero había hermosos árboles de cedro en las cadenas montañosas de Canaán. Sus troncos eran, por lo común, altos y rectos, y podían servir como pilares para sostener techos. A tal fin los egipcios también podían usar pilares de piedra, pero la madera era mucho más liviana, más barata y más fácil de manejar.

Pero ¿cómo podían llevarse troncos de cedro a Egipto? Podían ser arrastrados por todo Canaán y a través de la península del Sinaí, pero las dificultades eran tremendas. Era mucho más fácil llevarlos a algún lugar conveniente de la costa cananea, ponerlos en barcos y transportarlos a Egipto por mar, hasta la desembocadura del Nilo.

Un lugar, al menos, conveniente era la ciudad de Biblos *. Situada sobre la costa mediterránea a 270 kilómetros al norte de Jericó, Biblos parece haber sido fundada en una época tan remota como el 4500 a. C. No es tan vieja como Jericó, pero hubo periodos de la historia en que Jericó estuvo deshabitada. Esto no ocurrió con Biblos, y algunos historiadores sospechan que ésta es la más antigua ciudad permanentemente habitada que ha existido sobre la faz de la Tierra.

Biblos era el puerto más cercano a los bosques donde crecían los cedros. Después de llegar a Biblos se los podía cargar en barcos y llevar hasta la desembocadura del Nilo. Esta se hallaba a 400 kilómetros al sudoeste, pero, puesto que los barcos se ceñían cuidadosamente a la costa, el viaje era de 650 kilómetros.

Los barcos no retornaban vacíos. Se cambiaban los cedros por productos egipcios que eran llevados de vuelta a Biblos y vendidos. Un artículo que abundaba en Egipto era una caña que crecía en las orillas del Nilo. Se cortaban las cañas y se extraía de ellas la médula fibrosa del centro de su largo tallo. Se colocaban las largas fibras unas junto a otras y luego se ponían hileras transversalmente. Así, se colocaban varias capas alternativas.

Esas capas luego eran embebidas en agua, se las prensaba y se las dejaba secar al sol. El resultado final era una delgada y lisa lámina sobre la que era muy fácil escribir. No hubo en el mundo antiguo nada más conveniente como material de escritura que este producto de las cañas egipcias que los griegos posteriormente llamaron «papiro». (De esta voz deriva la palabra «papel», aunque el papel moderno se hace con materiales distintos y por procedimientos en un todo diferentes.)

Naturalmente, a medida que el uso de la escritura se difundió en el mundo antiguo, creció la demanda de papiro. En siglos posteriores, Bíblos fue un centro del comercio de papiro, hasta el punto de que los griegos comenzaron a llamar al papiro «biblos» y a un escrito hecho sobre un largo rollo de papiro un «biblion». El plural de esta palabra, que designaba a una colección de tales rollos, era «biblia», de donde proviene nuestra palabra «Biblia».

Los cananeos, que guiaban sus delicados barcos bordeando la costa entre Canaán y Egipto, a veces eran alejados de la costa por tormentas. Si sobrevivían, podían llegar a islas cercanas. Dos grandes islas del Mediterráneo oriental a las que probablemente llegaron de este modo son las que ahora conocemos como Chipre y Creta. Chipre está a poco más de 160 kilómetros al oeste de Biblos, mientras que Creta se halla a 650 kilómetros al oeste.

Chipre muestra claramente rastros de la influencia cananea desde época temprana. Una vez descubierta, resultó ser un lugar sumamente conveniente para visitar luego, pues era rica en los minerales de cobre que tanta importancia tenían en la Edad del Bronce. En verdad, la palabra «cobre» (kyprios, en griego) parece haber provenido del nombre mismo de Chipre (Kypros, en griego).

En cuanto a Creta, los griegos, en un período muy posterior de su historia, tenían un mito sobre la manera como Creta fue colonizada. Decían que su dios principal. Zeus, se enamoró de una princesa de una ciudad situada sobre la costa cananea. Adoptó la forma de un toro blanco e indujo a la princesa a que montara sobre él. Cuando la joven lo hizo, se sumergió en el mar y nadó hasta Creta, que se pobló desde entonces con los descendientes de ambos. El nombre de la princesa era Europa y, según el mito, de él deriva el nombre del Continente. Este mito quizá sea un vago recuerdo del hecho de que los comerciantes cananeos desembarcaron en Creta y contribuyeron al desarrollo de la civilización de la isla. La primera forma de escritura creada en Creta aún no ha sido descifrada, pero parece expresar una lengua relacionada con la de los cananeos.

Sea como fuere, por el 3000 a. C., Creta entró en la Edad del Bronce, por influencia de Egipto tanto como de Canaán, y la isla fue la sede de la más antigua civilización europea. También se convirtió en una tierra de comerciantes y llegó a competir con los cananeos por el dominio del mar.


LA MEDIA LUNA FÉRTIL O CRECIENTE FÉRTIL
(c. 2500 a. C.)] 

Los invasiones

El comercio parece ser una actividad pacífica que beneficia a todo el mundo. Y lo es, si cada uno se contenta con una parte justa. Pero ¿se contenta todo el mundo con una parte justa? Y, de todos modos, ¿cuánto es una parte justa? Una ciudad comercial compra y vende. Compra lo más barato que puede y vende lo más caro posible, pues la diferencia es su beneficio. La ciudad puede sentirse justificada en actuar así, porque asume la responsabilidad del transporte y el riesgo de pérdidas entre la compra y la venta.

Pero los que comercian con esa ciudad pueden sentirse estafados. Pueden pensar que obtienen demasiado poco por lo que ellos producen y pagan demasiado por lo que necesitan. Una vigorosa tierra de productores, pues, puede sentirse tentada a apoderarse de la ciudad comercial, efectuar por su cuenta las compras y las ventas, y guardarse los beneficios.

Por el 2615, Egipto se había convertido en una nación poderosa, a la que llamamos el Antiguo Imperio. Entre otros avances, había desarrollado su potencia militar. Tenía un ejército bien equipado que podía atravesar la distancia que había entre el valle del Nilo y las ciudades cananeas.

Presumiblemente, se enviaron ejércitos egipcios hacia el Norte y, durante la época del Antiguo Imperio, Canaán estuvo bajo la influencia egipcia. Esto significaba que las ciudades cananeas tenían que pagar tributo a Egipto, es decir, entregar cada año una cantidad fija de bienes para que los ejércitos egipcios no destruyeran las ciudades. En efecto, los egipcios participaron de los beneficios comerciales.

Naturalmente, las ciudades cananeas se resintieron de esto. En cualquier momento en que se sintieran fuertes, o en que consideraran debilitado a Egipto, podían negarse a pagar el tributo. En tal caso, Egipto podía intentar castigarlas. Si la estimación cananea de la situación era correcta, Egipto no estaría capacitado para hacerlo y las ciudades se librarían del tributo por un tiempo más o menos largo. Si el cálculo cananeo era erróneo, Egipto podría hacer estragos en Canaán y luego imponerle un tributo aún mayor. La primera noticia que tenemos de una situación semejante se remonta al 2300 a. C. cuando el Antiguo Imperio ya no estaba en su apogeo y Pepi I era rey de él.

Durante el reinado de Pepi I se envió una expedición contra el pueblo de Canaán (o los Habitantes de las Arenas, como los llamaban los egipcios, porque vivían lejos del Nilo), comandada por el general egipcio Uni. Este dejó una inscripción en su tumba, donde describe la gran hazaña militar de su vida. Una columna del ejército egipcio marchó sobre Canaán por tierra, y otra fue transportada por mar.

La columna transportada por mar, como es natural, la pasó mejor y desembarcó en un promontorio llamado Nariz de Antílope. Quiza se trate del monte Carmelo, que está sobre la costa marítima a unos 160 kilómetros al sur de Biblos, que avanza sobre el mar y tiene una forma que podría hacer pensar en una nariz de antílope. El ejército egipcio hizo todo el daño que pudo: derribó murallas, incendió casas, destruyó cosechas, etc. Luego retornó a Egipto con todo género de objetos valiosos y, sin duda, con la promesa de las ciudades castigadas de que en lo sucesivo pagarían fielmente el tributo.

Pero Egipto no era la única preocupación de las ciudades de Canaán. También estaban las tribus incivilizadas del exterior de la Media Luna Fértil, Constituían un peligro permanente, porque las ciudades tenían muchas cosas que las tribus deseaban. No sólo poseían manadas de animales y tierras productivas fuera de sus murallas, sino también alfarería, ornamentos de metal y otros lujos dentro de ellas. Las tribus, en comparación, tenían muy poco y carecían de técnicas o recursos para producir lo que los hombres de las ciudades poseían. Una solución sencilla al problema era abalanzarse sobre las regiones civilizadas y apoderarse de lo que deseaban. Hasta podían establecerse en ellas, convirtiéndose en gobernantes de las ciudades y reduciendo a esclavos a sus habitantes.

La Media Luna Fértil se curva hacia arriba, alrededor de la enorme península de Arabia. Con excepción de algunas regiones costeras, esta península es árida, desértica en gran medida y no puede sustentar a una población grande. Cuando la población aumenta, algunos miembros de las tribus deben morir de hambre o marcharse. Por lo común, algunos se marchaban.

Así, los ghasulianos habían entrado en Canaán desde el Sur por el 4000 a. C. Más tarde, alrededor del 3000 antes de Cristo, otro grupo de pueblos llamados fenicios por los griegos ocuparon las ciudades costeras de Canaán. Es muy probable que estas incursiones fueran acompañadas de mucha violencia y derramamiento de sangre, pero carecemos de detalles de esas primitivas invasiones.

Sabemos más sobre una invasión posterior. Algún tiempo antes del 2000 a. C, otro grupo de tribus salieron a raudales de la península Arábica y se desplazaron hacia el Este y el Oeste, contra los dos cuernos de la Media Luna Fértil. Parecía un movimiento de pueblos mayor que cualquier otro anterior. Desde el punto de vista de los pueblos del Tigris y el Eufrates, esos salvajes invasores venían del Oeste, por lo que fueron llamados los amurru u «occidentales». Este nombre nos es más familiar en su forma bíblica de «amorreos».

Los amorreos gradualmente se apoderaron de la mayor parte de la Media Luna Fértil. En el Este, pusieron fin a la cultura sumeria. En el Oeste, se adueñaron de Canaán. Cuando los primeros libros de la Biblia hablan de los habitantes de la tierra de Canaán, se refieren a los amorreos.

Los pueblos de Arabia hablaban variedades estrechamente emparentadas de una familia de lenguas que ahora llamamos semíticas *. Los que hablan lenguas semíticas son a veces llamados, para mayor brevedad, semitas. Los amorreos eran semitas, y la lengua que hablaban era una forma primitiva de la lengua que ahora llamamos el hebreo.

Por entonces, el Antiguo Imperio había llegado a su fin en Egipto, y el país se había disgregado en fragmentos feudales en los que diversos individuos luchaban por el poder. Egipto no estaba en condiciones de hacer un esfuerzo unificado y no podía proteger a Canaán de los invasores amorreos. Por ende, Canaán pasó por un período oscuro, en el que varias ciudades fueron saqueadas y destruidas.

Pero, con el tiempo, los amorreos se asentaron (como sucede frecuentemente con invasores salvajes) y aprendieron que, a largo plazo, es más conveniente permitir que los centros de civilización continúen su vida normal y paguen un tributo razonable que saquearlo todo y dejar una desolación incapaz de producir más bienes ni llevar a cabo su comercio.

Lentamente las ciudades de Canaán revivieron, pero estuvieron, dominadas por los amorreos, pues los nombres de los reyes que encontramos en testimonios posteriores al 2000 a. C. que han llegado hasta nosotros son de forma claramente semítica.

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* Una historia de las diversas culturas de la región del Tigris y el Eufrates se hallará en mi libro The Near East, Houghton Mifflin, 1968 [versión española, El Cercano Oriente, Alianza Editorial].
** Una historia de la civilización egipcia se hallará en mi libro The Egyptians, Houghton Mifflin, 1967 [versión española, Los egipcios, Alianza Editorial].
* La Biblia relata el cuento de cómo la madre de Moisés ocultó a su niño de quienes podían matarlo: «...hizo para él un arca de espadañas, y la untó con cieno y pez; puso al niño en ella y la dejó entre las plantas de orillas del río» (Exodo, 2,3). Las espadañas eran cañas y el arca era una cesta de cañas entrelazadas suficientemente grande como para contener un bebé. Luego la hizo impermeable con brea, para que pudiese flotar.
* «Biblos» fue el nombre por el que se conoció esa ciudad mucho después de ese primitivo período de la Edad del Bronce; era un nombre usado por los griegos. La mayoría de las formas que nos son familiares de los nombres antiguos son griegas. Los egipcios parecen haberla llamado «Ilubna», y los súmenos la llamaban «Gubla». En la Biblia se la llama «Gebal», que probablemente es mas similar al nombre que le daba el pueblo que la habitaba. Hoy existe allí una pequeña ciudad del Líbano moderno llamada Yabayl. En este libro usaré las formas más comunes de los nombres, tales como aparecen en la Biblia o en historias griegas, y sin preocuparme si estos nombres eran los usados realmente por los habitantes mismos o cuáles son los nombres modernos.
* Uso esta palabra porque algunos de los pueblos que hablaban variedades de esa lengua son descritos en la Biblia como descendientes del hijo de Noé, Sem.


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